El
nuevo espacio de comunicación inició sus actividades con una página oficial y
un primer encuentro en Buenos Aires para sentar las bases de su propuesta a
nivel regional.
Primer
encuentro de “Cultura Charango”
Villa
Urquiza,
Ciudad
Autónoma de Buenos Aires
Argentina
Domingo 3 de
julio de 2016
“Cultura
Charango tiene
como objetivo la difusión del charango, conectarnos con los charanguistas de
todo el mundo y promover el intercambio de culturas”. Tal la carta de presentación de este nuevo
espacio, en cuya página oficial pueden encontrarse tutoriales, partituras,
fechas de conciertos y videos musicales, entre otros atractivos para los
amantes e intérpretes de dicho instrumento. La idea de una primera reunión,
realizada en un domicilio particular en la capital argentina, nos ha permitido
tomar contacto con músicos y luthiers de este país para seguir disfrutando y
aprendiendo del arte musical en charangos. Las gentiles anfitrionas del
encuentro han sido Ángeles Filgueira
Risso y Agustina Gómez, músicos
y docentes de importante trayectoria. Según uno de los músicos participantes,
el clima de cordialidad y hermandad en el lugar le hacían pensar que estaba en
una fiesta de cumpleaños.
Agustina Gómez y Ángeles Filgueira Risso
Damián
Verdún (Rosario,
1982) ha tenido el honor de inaugurar el segmento artístico de esta reunión.
Con una importante formación artística, Damián ha actuado en diferentes
ciudades de Latinoamérica y Europa, cosechando éxitos gracias a su indiscutido
talento como intérprete y como compositor. Ha editado dos CD: “Aguarriba” (2009) y “Urbano”
(2015), además de participar en obras de otros músicos. El Festival Internacional Charangos del Mundo
lo contó entre sus protagonistas en diferentes oportunidades; también ha actuado
junto a Yisela Sosa, Julián Venegas y Viki Virgolini bajo el nombre “Colectivo Upé”. Actualmente combina su
actividad como solista con su participación en la Orquesta Argentina de Charangos, dirigida por Rolando Goldman.
Damián
Verdún
El
primer tema que podemos disfrutar es La partida, composición instrumental
de Víctor Jara a la que Damián le suma sus peculiares arreglos, desarrollando
la melodía original con otros matices. Somos partícipes de un estreno: La
cueva del sapo (D. Verdún), basada en el ritmo ecuatoriano “albazo”. El
uso de loops le permite al artista
utilizar sucedáneos de percusión en vivo. Por otra parte, en el desarrollo del
tema va divagando con diferentes melodías que se alejan un poco del albazo y
van adentrándonos en la personalidad del compositor. Cierra la obra una serie
de melodías superpuestas, coronando una interesante creación.
El
tercer y último tema, a modo de bis, es la celebrada composición Niño,
interpretada en diferentes escenarios antes de quedar plasmada en el
reciente CD de Damián. Quienes deseen conocer más sobre la actividad del músico
rosarino pueden visitar su página oficial, así como escuchar su programa “Charangoscopio” por la radio virtual Flash Violeta.
Enlaces externos:
Damián
Ranieri (n.
1977) y Leandro Negri (n. 1980) han
participado en diferentes experiencias artísticas. Damián es egresado de la
Escuela Superior de Arte “Leopoldo Marechal” (La Matanza) y ha formado parte de
las agrupaciones La Cruz del Sur y Tinenti Trío, además de colaborar
habitualmente en la organización del ciclo “Charangos en Argentina”. Leandro es
miembro de El Guitarrazo,
Orquesta-Escuela de Guitarras. A su labor en ese grupo suma sus tareas de
docente y compositor. Ambos músicos se presentan bajo el nombre Dúo Ranieri – Negri, actuando en
diferentes espacios con una propuesta artística de gran calidad.
Dúo Ranieri
- Negri
El
interesante diálogo que propinen Damián y Leandro en charango y guitarra
respectivamente comienza con la
zamba Perfume de carnaval (Peteco Carabajal). Cerrando la primera
parte del tema se escucha el cantar de un gallo, proveniente de un teléfono
celular. Los músicos bromean al respecto, manifestando que se trataría de “una loopera campera”. Tal el grado de
distensión y fraternidad del encuentro.
Damián
Ranieri
La
segunda obra es una chacarera “de origen docente” según su creador, Leandro
Negri. Su curioso título es De cuarta, adjetivo más humorístico que real, ya que se
trata de una composición muy bien lograda y ejecutada para lucimiento de ambos
intérpretes. Adriana Lubiz, una de las principales promotoras del espacio
“Charango Argentino”, docente, compositora e intérprete, está presente a través
de su composición La
cuequita.
Leandro
Negri
Cierra
esta linda presentación una Selección de bailecitos de Damián
Ranieri, compuesta por Como agua de río, Fluyen y Momentos,
títulos que podrían combinarse para lograr una frase muy elocuente. La
musicalidad implícita en cada uno de estos bailecitos nos remite a hermosos
paisajes naturales de nuestra Argentina, con reminiscencias de temas de la
tradición cultural del norte. Como bis escuchamos la chacarera de Cachilo Díaz La
humilde interpretada con sentimiento en charango y guitarra.
Tras
una pausa de unos diez minutos para compartir unos mates, ver discos en venta y
conversar sobre el charango y otras cuestiones se reanuda en encuentro con una
charla a cargo de los luthiers Sebastián
Vázquez (General Rodríguez,
provincia de Buenos Aires) y Jonathan Garabello
(Parque Patricios, C.A.B.A.), quienes compartirán algunos aspectos referentes a
la construcción de este instrumento de origen andino.
Jonathan: “Es muy lindo que se organicen estas cosas en
torno al charango. Coincido con Sebastián: a través del Facebook parece que nos conociéramos todos pero cuando llega el
contacto personal es cuando uno se conoce realmente con los demás Es muy lindo
poder compartir de esta manera. Para
nosotros poder estar hablando con ustedes es como hacerlo entre nosotros
respecto al charango; es un descubrimiento para todos: para nosotros mismos la
forma de trabajar de cada uno, la manera de ver el instrumento, vamos
descubriendo diferentes cosas.”
Jonathan
Garabello
Sebastián: “Buenas
tardes. Gracias a Agustina y a Ángeles. La verdad está muy bueno poder venir
acá a compartir la charla un rato. Encontrarse con caras nuevas, desconocidas,
también. Me encontré con él, que me compró un ronroco y no lo conocía. Vivo
lejos [de la capital] y a la gente que me compra se lo mando [al instrumento] o
lo van a buscar a lo de mi vieja. Está
bueno conocernos en un lugar así. Pueden preguntar lo que quieran: les podemos
contar cómo se construye un charango, lo que quieran.”
“Consejo
para comprar un charango: les diría que tenga la etiqueta mía adentro (risas).
Siempre que me dicen “¿qué me recomendás?” respondo “lo importante es que afine
bien”. Cuando van a probar un charango varía el sonido entre uno y otro
instrumento, pero esto va a gusto de quien lo toca. Depende de la música que va
a tocar. Uno busca un sonido, otro busca otro sonido. Lo más importante para
mí, básicamente, es que afine bien, que la altura de las cuerdas no esté
extremadamente separada del diapasón, que no sea difícil de tocar. Cuando se
empiezan a separar mucho uno para pulsar la cuerda aprieta mucho y le genera un
estiramiento: eso hace que la nota se vaya para arriba. Cuanto más cerca está
la cuerda del diapasón el estiramiento es menor y es imperceptible al oído. Igualmente
se compensa un poco en el puente. Básicamente yo me fijaría en eso. Cuando la
gente quiere venir a cambiar el instrumento y me dice “quiero comprarme algo
mejor” es porque cuando van aumentando el conocimiento el instrumento les queda chico. Cuando tocan acá arriba
está todo bien, pero cuando comienzan a tocar a partir del séptimo traste,
ocho, nueve, diez, ya empieza a sonar cualquier cosa. Entonces le empiezan a
encontrar las limitaciones al instrumento.”
Sebastián
Vázquez
Respecto al
tamaño: ¿habría que tener uno chiquito y uno grande?
Sebastián: “Este es
un charango; el otro más grande es un ronroco. Dentro del charango hay una
familia que es muy grande: hay en cada país (Perú, Bolivia, etc) y en cada
región charangos distintos. Distintos tamaños, distintas afinaciones. Acá en
Argentina los que más se usan son el charango, el ronroco y el maulincho en
menor medida. Esos tres tamaños. Entre 35 y 38 cm el largo del cordal del
charango, en 32 cm el maulincho y en aproximadamente 44 cm el ronroco. Son las
medidas que se utilizan acá. Yo todo lo que hago en medidas diferentes a las
mencionadas lo hago especialmente, a pedido. Determinada cosa, tal afinación.
Jonathan: “Hay un
ronroco que no se utiliza tanto acá, el de los Kjarkas, que es el charango
octavado. Está en 48 cm, es más grande todavía [que los mencionados]. Hay
encordados también para esos charangos.”
Sebastián: “Otra cosa
importante para mí, a la hora de comprar un charango, es la cantidad de piezas. Muchos me preguntan
si es conveniente que esté hecho en una o dos piezas. Yo personalmente
recomiendo el realizado en dos piezas. Porque cuando compro la madera
selecciono: toda lo que tenga la veta bien paralela, vertical y derecha la uso
para los mangos. Así me aseguro que no se vaya a doblar. Cuando uno compra una
tabla de 3 m la veta a veces hace “así y así” [no está derecha]. Si vos lo
hacés de una pieza y en la parte del mango la veta se dobló para acá es
imposible después que eso se doble.”
Jonathan: “Hay mucho
de los místico en que [el charango] sea de una sola pieza. La realidad es que
cuando uno no lo hace en dos piezas pasa eso. Uno puede elegir las maderas.
Para la caja puede elegir una que dé mayor sonoridad y para el mango una que
sea más estable. Y hay que tener en cuenta el peso. Se puede utilizar cedro en
el mango, que es más liviano, y madera más dura acá. Eso equilibra un poco los
pesos en el instrumento. Cuando uno trabaja con una madera dura, como la del
naranjillo (al igual que en los instrumentos bolivianos) debe saber que es una
madera pesada y queda pesado el instrumento.”
Más
allá del peso, ¿cómo varía el sonido según la elección de cada madera?
Sebastián: “En la tapa.
Yo soy un convencido de que lo más importante es la tapa. Si la caja la hiciera
de otro material no influiría tanto. Hay maderas que son muy porosas y absorben
mucho el sonido, lo que quizás no sea bueno. Para la caja más vale tener una
madera densa y que cumpla la función de rebotar, no de absorber el sonido. Lo
más importante es la tapa armónica. Se hace de maderas que crecen en bosques
congelados, maderas de crecimiento continuo. Por ejemplo, esto es un pino y
esto un cedro canadiense, esto es un abeto alemán. Todos de la familia del
pino. Si ustedes comparan ese pino que está allá arriba con el que compramos
acá; si ven que tiene una veta así y otra así, la veta que crece así es la que
crece en invierno y en verano crece una veta así: blanda y porosa. Esa madera,
si la usáramos para un instrumento, nos daría un sonido totalmente
desbalanceado, que vibra acá de una manera y acá de otra. Lo que hace ese tipo
de árboles de crecimiento continuo o perpetuo (que no deja de crecer en otoño)
cuando baja la savia sigue creciendo parejo todo el año. Esto hace que las vetas
sean paralelas, una separada de la otra, lo que permite que el sonido sea
balanceado, manteniendo mejor las vibraciones. El sonido depende de lo que uno
le dé de espesor [a la madera] y cómo juegue entre el espesor y las barras que
uno pone para que no se doble. Yo siempre digo que esto funciona como un parche
de bombo: tiene que vibrar. Si uno lo pone un poco rígido, que la cuerda no lo
haga vibrar, no va a sonar.”
“Gente
que está aprendiendo a fabricar un charango me pregunta por las medidas. Yo no
utilizo medidas porque cada madera es distinta. Para el aprendiz sí hay cierto
rango de medidas. Pero después a cada madera uno le da un par de décimas más o
menos. Por ejemplo, para la tapa me fijo la flexibilidad. Hay un momento en que
se vuelve flexible. Cuando le voy dando espesor y espesor me doy cuenta que se
vuelve flexible. Y ahí le empiezo a encontrar la vibración, sabiendo que por
ahí es. Con cada madera trato de llegar a esa flexibilidad. Busco que todos los
instrumentos tengan esa flexibilidad, para mantener siempre “mi” sonido. Cada
luthier tiene un sonido particular. Básicamente está en eso: en cómo maneja la
madera, qué espesores usa, más que nada.”
Jonathan: “Sí, eso de
buscar la flexibilidad en un instrumento es buscar cómo va a vibrar.”
Veo que
tenés un estilo de cajas muy particular
Jonathan: “Yo le doy
un poco de ángulo a la caja y eso lo fui desarrollando para darle un ángulo
acá, es más anatómico. En cuanto al sonido, encontré algunas cuestiones que se
basan un poco en los instrumentos de [José] Patagua. Siempre me gustaron los
instrumentos de Patagua, y yo veía que él acá les hace una cuña. Yendo a la
construcción, es fácil hacer eso con una sinfín. A veces la cuestión va por
ahí: entre las técnicas de construcción y el sonido. Como que se van
entrelazando también en lo que uno busca. Por esa búsqueda yo los hago así. Yo
había hecho algunos más “culoncitos”, que le dan otra carga a los graves. Pero
cada uno le va encontrando [lo que desea] por diferentes lugares. También se le
puede dar graves del otro lado de la tapa.
Viene a ser
más que nada una búsqueda estética la de la parte de la caja…
Jonathan: “Sí,
estética y de sonido también. Y de técnicas de trabajo, muchas cosas que se van
juntando.”
Hay mucha
investigación propia. De charango a charango van experimentando ustedes mismos,
encontrando secretos que jamás los confesarán
Sebastián: “No hay
tanto secreto. “Secreto” es lo que estamos diciendo ahora: para mí la papa de cualquier instrumento es la
tapa. No hay otra cosa. Y un buen diapasón. Estamos de acuerdo todos porque es
la realidad”.
Jonathan: “El tema de
la caja es esto: cada uno por ahí encuentra su manera”.
Sebastián: “Una caja de
estas que yo hago me genera como una bola
de armónicos que queda dando vueltas acá, y cuando hago las cajas así trato
de buscar un sonido que escupa para
acá, que sea más seco. Si me gusta un charango lo hago así. Si, por ejemplo, lo
quiero para hacer rítmica, tocar música boliviana y viene un sonido agudo, que escupa, lo hago con esa forma y tendrá
un sonido como más “latoso”. Si lo hago como me gusta a mí busco esto, que
tiene un sonido como más envolvente.
Digamos que
pueden construir a pedido. Viene un charanguista y les dice: “quiero tal sonido” y ustedes
laburan [trabajan] sobre ese sonido…
Jonathan: “Cuando se
hace a pedido sí. Es lindo escuchar cómo tocan. Muchas veces los músicos saben
realmente lo que están tocando y buscan tal sonido… Hay otros que quizás no lo
saben y están en la búsqueda. Ahí es cuando uno se pone a escucharlos y ver qué
es lo que tocan para saber a dónde apuntar”.
¿El sonido
“latoso” tiene que ver con qué cosas del charango?
Sebastián: “Una, la
tapa. La tapa más gruesa te va a dar
un sonido más “latoso”. Y no con tanto sustain.
Por eso no se te van a generar tantas vibraciones, tantos armónicos dando
vuelta. Yo no digo “latoso” como malo, sino como más seco, más agudo. Que no
tiene graves. Yo lo encuentro ahí, más estridente.”
¿Tiene que
ver el clima, lo seco de la región andina de Bolivia, por ejemplo?
Sebastián: “Acá [en la
región pampeana] los días de humedad no suena el instrumento.”
Jonathan: “Cuanto más
finita es la veta, más estable un instrumento. Y cuanto más gruesa, la humedad
lo afecta un poco más. Como que trabaja un poquito más la madera. Cosas algo
sutiles pero que afectan un poco.”
¿Alguna
recomendación para cuidar el instrumento en un clima tan cambiante?
Sebastián: “Generalmente,
el instrumento que está hecho acá [en Buenos Aires] chorrea agua, está hecho en la humedad. 99% de humedad todos los
días es imposible [de soportar][Se refiere a ciertos períodos muy lluviosos en
la zona metropolitana]. Me ha pasado, viajando de una provincia a otra, sentir
cómo los trastes se ponen puntiagudos, se van para adentro o para afuera (el
diapasón es la única parte del instrumento que no está laqueada o lustrada,
entonces está expuesta a la humedad). Se agranda o se achica un par de décimas
y se nota en los trastes que se ponen puntiagudos. Al regresar todo vuelve a la
normalidad. Estuviste en Mendoza y “se te cortan las manos”, volviste y solo se
acomodó. A lo mejor comprás un charango acá y te vas a vivir a la sierra
cordobesa. Al llegar tendrías que llevárselo a alguien que te lo acomode (los trastes, el diapasón).”
Jonathan: “Algo que
está bueno cuando te vas a un clima muy seco es poner en la funda o dentro del instrumento algo que
lo mantenga húmedo. Ahora no vienen más los huevitos Kinder, pero es una buena
idea agujerear [los envases plásticos que vienen dentro] y ponerles dentro un
algodón mojado. Eso está bueno hacerlo.”
Sebastián: “Hay unos
aparatos que venden para las guitarras que mantienen la humedad. Lo colocás acá
adentro, en el estuche, y te mantiene la humedad del instrumento.”
Jonathan: “Lo que más
los puede afectar es [pasar] de húmedo a seco. En la humedad la madera está más
dilatada. Cuando se va a [clima] seco se contrae y ahí es cuando puede rajarse
el instrumento. Y lo que nunca hay que hacer—lo saben los charanguistas que son
viajeros—es no dejarlo dentro de la carpa. Porque en la carpa le da el sol,
hace como 70° de calor. Cuando lo vas a buscar está todo desencolado.”
Sebastián: “Rodo, de la
orquesta de Morón, tiene un departamento que es super caluroso. Él vive con
aire [acondicionado]. Se fue de vacaciones, cerró todo y dejó el charango y el
ronroco. Hace como cincuenta mil grados allí
adentro sin aire. Cuando regresó tenía desencolados el ronroco (la tapa) y el
charango (el puente). Conviene desajustarlos cuando se viene un cambio de
clima. Hay que bajarles las cuerdas pero siempre tiene que haber un poquito de
tensión.”
“Para
hacer reparaciones como despegar un puente, una tapa, lo que sea, la técnica es
la plancha, un trapito húmedo, lo dejás y se despega solo. La humedad y el
calor no son buenos. Hay que tener precaución. En cuanto al mantenimiento, yo
uso laca o cuando hago lustrado manual, goma laca. Se lo puede mantener con
aceite de nuez. Cuando es laqueado se le puede pasar un trapito húmedo, un Blem
en un trapo, y listo. Le pasás el producto al trapo y después le pasás al
charango. En cuanto a la tapa, si está lustrada con goma laca no le pases nada.
Si es laqueada, sí.”
¿Para
sacarle las [marcas de las] uñas hay algo que pueda hacerse?
Sebastián: “Si es la
marca en la madera, lija. No conviene en ningún modo agregarle masilla u otra
cosa para tapar las marcas. Porque eso después se afloja y te va a hacer algún
ruidito. Queda suelto y te va a traer problemas.”
“Cómo afecta
el peso entre la caja y el clavijero, por ejemplo, en los charangos bolivianos?
Sebastián: “Como se
hacen de una pieza y la madera es dura y pesada puede ser que queden más
marcados al tocarlos. Yo “me mato” haciéndolos livianos y después le pongo el
fierro este y todo el laburo de bajar 2 g de acá, 2 g de allá…”
Jonathan: “El
clavijero de madera para el peso es lo ideal: es muy lindo y liviano. Hay que
afinarlo, hay que estar muy práctico. La clavija de madera apenas la tocás se
te fueron dos tonos… Está bueno para el que no usa el charango colgado, con
correa.”
Sebastián: “Hay
algunos luthiers que le hacen el mástil hueco también.”
Jonathan: “Yo lo hago
hueco. Es justamente para alivianar y yo le encontré que logra hacer vibrar el
mango también. Es algo muy imperceptible en realidad, pero cuando uno va
tocando siente esa cosa sutil de que está también emitiendo sonido el mango. Y
cuando tiene eso y el clavijero de madera se siente mucho. Sentís que sale el
sonido hasta de la cabeza. Y es leve pero se siente”.
Sebastián: “A Luis
Fino, cordobés, le hice un par de charangos de esos “locos”, de 30 órdenes, de
20 órdenes, y los mástiles son una cosa así [enormes] y los hice huecos, como
dos canales, pero bastante grandes y estaban buenos porque se escuchaba acá,
con un gran retorno…”
Jonathan: “Una vez
experimentando hice uno con el mango más grueso y totalmente hueco. Era como la
misma caja. Tenía un puentecito nomás. Y tuve que hacer unas barras para que no
se hundiera el diapasón. La verdad que era otra caja más: se gana una caja más.
Pero es otra cosa, otro sonido.
Respecto a
las cuerdas, aquí hay dos fábricas. ¿Cuáles recomiendan?
Sebastián: “Son las dos
igual de malas” (risas).
¿Conocen
alguna otra? Todos queremos saber…
Sebastián: “No conozco
otras”.
¿Y las
entorchadas?
Sebastián: “No me
gustan. Las probé y no me duraron nada. Se deshilacharon todas de punta a punta
y “me quería morir”. Por ahí para ciertas cosas, para la búsqueda de ciertos
sonidos… Es todo un tema lo de las cuerdas. Hablé a los responsables de la
fábrica, mil veces a los chicos de “X”[nombra una marca] a ver si podían hacer
algo para mejorarlas. Me he ofrecido yo para experimentar. La cuestión es que
son empresarios. Piensan en la plata: el [del] charango es un mercado muy chico
para ellos.
Está
creciendo…
Sebastián: “¿Sabés lo que pasa? Venden
cuerdas de guitarra para todo el mundo. El nylon de “X” le vende a “Y”* Hacen
veinte marcas de juegos de cuerdas de guitarra y dos de charango “de lástima”. Cuando
realizás un pedido te las tienen que hacer porque ni siquiera tienen en
existencia. Es difícil.”
Los que
recién comienzan a aprender a tocar quizás no tengan dinero para comprar un
charango costoso. ¿Ustedes hacen modelos para alumnos, o de estudio?
Sebastián: “Yo todo lo
que hago es para la gente, para todos. En cuanto al nivel “costo” yo trato
siempre de vender barato. Yo tengo charangos de $ 3800 [250 dólares
estadounidenses] tan buenos como los de $ 6000 o 7000 [400 – 460 USD]. Por algo
uno es lo que es y está donde está. Yo siempre me puse en el lugar del
comprador. Si yo tengo que ir a comprar un instrumento [a precios de mercado
internacional] nunca hubiera podido aprender el charango porque nunca hubiese
podido pagar 10, 12 lucas un charango
[$ 10000 = 665 USD]. Siempre todo me costó mucho; siempre pienso en el que lo
viene a comprar juntando peso por peso y trato de trabajar para esa gente”.
Jonathan: “Uno trata
de hacerlo lo más económico posible pero también hay valores que quizás no se
pueden bajar.”
Sebastián: “Yo para
poder tener ese charango a ese precio tengo que recorrer medio Buenos Aires
para conseguir precio por los materiales. Hoy en día, por ejemplo, para las
tapas que estoy usando estoy llamando por teléfono todo el tiempo; apenas
entran voy, agarro, salgo, busco el precio. Sino tenés que ir a comprar tapas
de guitarra que salen $ 900. Para un charango tenes $ 300 sólo en este pedacito
de madera. Y así cada cosa: voy de acá para allá. Si me relajo y voy a donde
compra Casa Prado, que es un distribuidor de madera para instrumentos, un
charango no podría venderlo nunca al precio en que lo vendo.”
¿Hacen
ustedes clavijeros de madera?
Sebastián: “Yo sí, por
pedido (…) es un re-laburito hacerlo.
Hay que buscar la madera que tenga la veta bien derecha para que no se parta. Y
sino se pueden comprar las clavijas que ya vienen hechas, las de violín. Pero
no me gustan cómo quedan estéticamente (…)”
¿Han
trabajado alguna vez con maderas recicladas? Hay algunos luthiers que lo están
haciendo con buenos resultados
Sebastián: “Sí. Por
ejemplo, en el charango que hicimos para la hija de Damián, la caja de nogal
está hecha con madera del techo de una iglesia que se cayó en Salta. Estaban
vendiendo la madera para poder comprar otro techo y bueno, es una madera
reciclada. Los mangos son de cedro de los marcos de puertas. Lo que pasa es que
es limitado. Cuando te ponés a producir todos los días es difícil conseguir
madera para reciclar. Tenés que ir a comprar madera nueva. Prácticamente cuando
tenés una continuidad de producción se te hace más complicado reciclar. Es más
fácil comprar un tirante, saco un mango, corto todos los mangos, que andar
reciclando una madera. Que está picado acá, que la limpio, a veces tiene
pintura: hay que limpiarla porque sino te desafila la cuchilla del cepillo. Si
reciclás madera a veces te encontrás un clavo, rompés alguna herramienta. Si
encontraste un clavito rompiste una sierra. Cuando producís de manera continua
te conviene ir a comprar el pedazo de madera. Lo que tiene es que la madera
reciclada es vieja y a veces la ofrecés cuando te hacen un pedido especial. Es
muy linda para usarla precisamente por eso: porque es antigua. La molécula de
la madera se va cristalizando. De ser algo pastoso con el correr de los años se
va convirtiendo en algo similar a un cristal. Por eso suena. Por eso cuando tocás una madera vieja queda
vibrando como una campana. Esa es la ventaja que tiene. Yo la mayoría de lo que
uso lo paso por secadero. Aunque compro madera seca ya, posee un 25% de
humedad. De donde la compro la llevo al secadero, la dejo un mes allí y la
traigo con un 7% de humedad. Y de ahí la tengo que dejar orear tres meses. La
humedad que mido es la de la resina de la madera. Del secadero sale mojada,
llena de agua. Por eso la tenés que dejar orear. Lo que hacen es reemplazar la
savia por agua. Hay que dejarla orear unos meses. Es increíble: agarro un
tirante de 3 metros. Cuando lo compro tiene 25% de humedad, lo levantás 10 cm,
lo soltás y suena como un mazazo seco. Cuando está seco lo haces sonar y ¡ting!
Suena como una campana. Ahí está la diferencia.”
No querían
hablar y ahora no paran… (risas)
¿Quieren
decir sus nombres y dónde los podemos encontrar?
Jonathan: “Soy
Jonathan Garabello y estoy en Facebook. Allí está el enlace al blog, con fotos
de instrumentos que voy haciendo, repartidas en álbumes. Desde allí me pueden
contactar. Estoy en Parque Patricios. El teléfono está también en la página”.
Sebastián: “Yo soy
Sebastián Vázquez. Me pueden encontrar en General Rodríguez. Facebook.
Teléfono. No tengo página: tenía. Me robaron el dominio cuando venció y no
quise renovarla para no transar con quienes me querían cobrar por ello. Así que
hace unos meses me hice el Facebook. No tengo internet en casa: me manejo con el
teléfono lo que puedo. No tengo una empresa que me dé servicio de internet.
Muchas
gracias. (Aplausos)
Contactos:
Facebook:
Jonathan Garabello Luthier
Facebook:
Sebastian Vazquez
* Marcas de cuerdas para charangos que no se mencionan aquí
El
último segmento musical está protagonizado por Martín Páez de la Torre, músico que viene desde San Miguel de
Tucumán a compartir su arte con nosotros. Nacido en Yerba Buena en 1978, Martín posee
una importante formación académica orientada a la guitarra. Ha tocado en los
ciclos “Guitarras del Mundo” y “Noche de Charanguistas”, así como en la edición
tucumana del Festival “Sonamos Latinoamérica”. En mayo de 2013 compartió
escenario con el guitarrista Patricio Echegoyen en Montevideo. Ha editado dos
CD: “Charcos” (2010) y “Manos para la miel” (2011).
Martín Páez
de la Torre
La
primera composición que podemos escuchar es la obse titula De pájaros. Martín
explora en las cuerdas sonoridades que se alejan de las expresiones más
tradicionales para adentrarse en un mundo propio. Está tocada en ronroco. Para la segunda pieza Martín pide prestado un
charango. Se trata de Semillita, melodía cuya inspiración
surgió recorriendo en bicicleta las yungas cercanas a Coroico, en Bolivia. El
tema posee un arraigo más cercano a la música de raíz folklórica del norte,
haciéndonos imaginar aquellos paisajes que lo motivaron.
Nuevamente
con ronroco podemos apreciar Las cruces del camino, otra de las
creaciones que suelen estar incluidas en los recitales de Martín. Dedicada a
Tomás Curia, su amigo de la infancia, la obra describe caminos altiplánicos en
una interesante búsqueda de planos sonoros. Manos para la miel, tema que
ha dado nombre al segundo disco del artista, ha sido compuesta durante la
estadía de Martín en un pequeño pueblo francés, cuyas características
intimistas parecen estar cercanas a la personalidad introvertida del
compositor.
El
cierre del recital es con guitarra: Martín toca una composición del gusto de
Ángeles titulada Alumbra. El instrumento elegido parece ser el ideal para que el
artista pueda plasmar su introspectiva inspiración musicalmente. De esta manera
finaliza este primer encuentro de Cultura Charango, espacio que ofrece un
enorme potencial en la difusión y el disfrute de la música en charangos.
Agradecimientos
especiales a Ángeles Filgueira Risso y
Agustina Gómez
Sitio
oficial:
Mail:
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