Músico y docente, Nicolás Cardoso tiene en su haber participaciones en importantes eventos artísticos como el Festival Internacional "Charangos del Mundo" y los ciclos de conciertos "Noche de Charanguistas" y "Charangos al Oeste", entre otros. Ha publicado tres discos: "Sapikuna" (2010), "El canto del viento (Yupanqui en Charango)" (2016) y el flamante álbum doble "Wiphala". En diálogo con TROVA ANDINA, Nicolás nos habla de su nuevo disco y de su actividad musical en general.
¿A qué edad comenzaste a estudiar música?
En la música me inicié de manera autodidacta, con la guitarra. Fui copiando cosas que me pasaban mis amigos y recurriendo a mi oído. Por algunos consejos que recibí y por dedicación personal en escuchar e imitar lo que quería lograr fui empezando a tocar sin demasiado conocimiento. Así me inicié: con la guitarra como "juego", en la adolescencia. El interés de dedicarme a la música con mayor seriedad surgió mucho después. Fue un espacio creativo mío pero no lo veía como modo de vida. Cuando fue creciendo mi búsqueda de identidad comencé a interiorizarme en qué somos, quiénes somos, y de esa manera comencé a sentir especial arraigo en el noroeste argentino (NOA). En algún punto ya lo tenía de antes, porque de pequeño he convivido con objetos y fotografías provenientes de la región andina. Entonces me resultó muy natural esa búsqueda. Fue una búsqueda de sentirme representado por la tierra en la que vivo (más allá de que vivo en Buenos Aires) y una tierra en el sentido continental, hablando en esos términos. Eso me fue inclinando hacia otros instrumentos entre los cuales, por supuesto, el charango ocupa un lugar principal, pero no fue el primero ni el único. He tocado instrumentos de viento (aerófonos), principalmente sikus, también algo de quena, anata o tarka (son los dos nombres que recibe). Fui a un taller de vientos andinos dictado por Fernando Barragán, donde la enseñanza trataba de estimular el sentido comunitario del toque. Posteriormente fui sintiéndome más atraído por el charango y sintiéndome más cómodo con el instrumento. Al igual que la guitarra, comencé a probarlo de manera autodidacta, pero, por ejemplo, con el método "ABC del Charango" de Ernesto Cavour, o un sitio de Héctor Soto, que en su momento era la única página que había (cerca del año 2000) con posiciones y acordes, algunas tablaturas de algunos temas de él que yo mucho no conocía, además de algunos clásicos del charango y la música andina como El cóndor pasa y El humahuaqueño. Esos son los dos instrumentos con los que comencé y con los que sentí que la música era algo más que un pasatiempo.
Los viajes al NOA fueron muy importantes para mí, para conectarme con esa música. Una cosa es escuchar música grabada, otra cosa es escuchar música en vivo, y otra es escuchar bandas de sikuris en Tilcara. Esto lo viví de manera previa a incursionar en estos instrumentos; fue la manera en que me fui acercando a ellos. También al charango en una peña popular del Norte, lo cual no es lo mismo que escucharlo en Buenos Aires o en una grabación. Todo eso va "sedimentando" y uno va copiando sonidos y cuestiones que uno va escuchando. En un momento todo eso me fue orientando hacia el aprendizaje de la música, en estudiarla, como vos decís. Fui a la Escuela de Música Popular de Avellaneda (EMPA) pero no completé la carrera, sino que me inicié. Me ayudó mucho [Héctor] "Toro" Stafforini en cuestiones de la mano derecha, de arpegios. Es alguien que estudió mucho el instrumento pero que también le puso pasión. Tomé muchas enseñanzas de él pero no seguí la carrera. Fui tomando clases particulares con René Careaga, quien también me supo trasmitir toda esa vivencia de la tierra del instrumento, con toda su carga identitaria. También tomé clases particulares con Marcelo Díaz, quien me fue enseñando aspectos de teoría y armonía aplicados al folklore. Para ese entonces yo tocaba el charango pero sentía que me faltaba conocer qué era lo que estaba haciendo. Y me siento un músico un poco extraño, porque para aquellas personas que tienen estudios musicales, estudios académicos, soy muy orejero, muy autodidacta. Y los músicos autodidactas me consideran alguien con estudios. Yo soy como un "intermedio": tengo conocimientos pero tengo mucho de autodidacta. Cada aprendizaje que recibí lo fui tomando y lo fui recreando, apropiándome de conocimientos nuevos y comparando, escuchando, probando.
¿Cuáles han sido tus principales referentes en el mundo de la música?
Entre los músicos que admiro está, por supuesto en charango, Jaime Torres, quien es una referencia, un músico que tuvo una sensibilidad muy especial, una interpretación muy sentida: esos silencios, esos toques rítmicos, todo lo que hace a la interpretación del charango disfruto mucho de escucharlo, la forma en la que tocaba el instrumento. Sin dudas es el charanguista que más he escuchado. No es el único pero sí con el que me siento más representado por lo que lograba con tanta expresividad. También Ernesto Cavour: no tanto su velocidad como su creatividad, aunque en ese punto no hay como Mauro Núñez, quien tuvo la creatividad para recrear la música tradicional con parámetros propios. Es un sonido al mismo tiempo tradicional y novedoso al ser música pensada desde el charango y para el charango. De él hay muy poco material disponible para escuchar, pero lo poco que llegó a nosotros es increíble, como su versatilidad para crear música para distintos tipos de charangos.
En guitarra, Atahualpa Yupanqui, sin dudas. También Alfredo Domínguez, un guitarrista boliviano que no es tan conocido en Argentina y que ha tocado mucho con Ernesto Cavour, con un sonido muy autóctono, muy lindo, muy expresivo. Me gustaba mucho el toque de guitarra de [Jorge] Cafrune, es algo que me llega mucho. Muchas veces se suelen nombrar músicos con nombre y apellido, pero también tengo como referencia gente que no va a figurar en Spotify o en un disquería, no van a salas de conciertos pero están ahí, en los pueblos, y que no los podría nombrar porque de muchos de ellos no sé los nombres. Pero me ha influenciado mucho conocer la música en el lugar, como por ejemplo, una banda de sikuris en Tilcara o escuchar un encuentro de copleros en Amaicha del Valle. Esas vivencias son, sin duda, una referencia musical, pero no podría--sin dudas--nombrar una persona reconocida. Tal vez sí en esa búsqueda de lo que es el canto con caja. Yo siempre trato de llevar esa expresividad y ese sonido, de alguna manera, al charango. Esa podría decir que es una referencia musical importante, esas músicas y músicos populares que no son normalmente reconocidos. Leda Valladares ha hecho un trabajo importante de recopilación; Mariana Carrizo hace unos años que es reconocida, Valentín Chocobar también. Con él he encontrado algunos espacios de participación común, coincidiendo en ciclos de música y grabado juntos: él participa como invitado en uno de mis discos. Esa forma de cantar es el alma, la expresividad de la música del norte argentino.
Este nuevo disco, "Wiphala", contiene varias composiciones tuyas. Sabemos que el sentir que se expresa en ellas proviene no sólo del estudio de los ritmos del NOA sino también de tus propias vivencias en ese ámbito.¿Qué nos podés contar sobre esto?
Excepto Kokena, una composición que tiene muchos años, todas las demás fueron surgiendo espontáneamente en mis últimas recorridas por el NOA: por Jujuy y Salta. Algo que me dio mucha alegría fue poder presentar mi último disco (el anterior, de 2016) en Tilcara, en San Salvador de Jujuy y en la ciudad de Salta, en varias oportunidades, durante 2017 y 2018. Junto con las presentaciones he vuelto a recorrer lugares que ya conocía (la Quebrada de Humahuaca, Chicoana, en los alrededores de Salta), he tratado con gente, participado en espacios como la Corpachada*. Me he reencontrado con amigos, he ido a peñas, cuestiones que te llenan de una energía particular que, de alguna manera brotó y se transformó en composiciones. No las podría definir como algo muy concreto, porque no hay una ocasión. Simplemente surgen; por lo menos en este caso fue así. Kokena la había grabado en mi primer disco. En esta ocasión la recreé con otro temple. Los otros temas a medida que iban surgiendo los iba grabando y hasta regrabado, porque hay varios a los que he probado con diferentes instrumentos. Fui grabando y fueron surgiendo temas: algunos propios y otros versiones que integran el álbum doble.
También te animaste a cantar: algunos temas poseen textos en quechua.
Por lo que vengo contando sobre mi búsqueda de identidad, ese elemento de referencia que vengo buscando en la región andina, que fui construyendo yo o que me buscó a mí, es lógico--para mí, por lo menos--que si me iba a animar a cantar en algún momento lo fuera en quechua. No fue una casualidad: para mí esto tiene un sentido muy especial, porque es una manera de reivindicar nuestra identidad, nuestras raíces. Hablo en plural y hablo de todos porque considero que, más allá de que yo tenga este sentido especial de pertenencia con el NOA, continuidad de la región andina en general, creo que los argentinos tenemos una identidad anclada en este continente que nos han enseñando a negarla o invisibilizarla. Por eso creo que todo lo que hago alrededor de la música, ya sea como docente o como intérprete, gira alrededor de visibilizar esto, hacer un pequeño aporte para saber quiénes somos, o por lo menos divulgar un sentimiento de pertenencia a nuestra tierra. O sea que la elección de hacer temas en quechua tiene que ver con eso, como también tiene que ver la elección de los tipos de ritmos y melodías en temas instrumentales. Son temas que me han gustado mucho desde hace años y no había podido hacer por no tener la posibilidad, porque a veces hay música que queda bien instrumental y a veces no. La vidala Añorando el Carnaval es un ejemplo: tiene una bella melodía pero en versión instrumental siento que le falta algo. Yo creo que es una suerte no haberla podido hacer instrumental antes (cuando aun no me animaba a cantar) porque le hubiese sacado su esencia: es una vidala quichua. Esa parte de la identidad es muy importante en esa vidala. La parte cantada es muy importante. Es una parte de nuestra identidad oculta, tapada, negada. Fue bueno animarme ahora a hacerlo con la voz. Algo similar pasa con Karallanta: me gustó siempre, pero las veces que la quise hacer instrumental no era lo mismo y, bueno, llegó el día que me animé a cantar y probé hacerla en parte instrumental, en parte cantada, y salió así. No estoy totalmente conforme con mi desempeño en la voz, pero es un aporte importante, precisamente por esta observación que vos hacés: que son todos temas en quechua. La vidala tiene algunas frases en español, pero es la manera en que la lengua se va entreverando. También en el castellano original [de esta región] aparecen palabras quechuas, como parte de nuestra historia. Las personas que hablan esta lengua usan palabras en español y, a veces, la música popular refleja eso. Y Sauteñita es un lindo huaynito que jamás había escuchado grabado por nadie, ni tampoco en escenarios ni ningún lugar. Es un huayno que yo descubrí por una recopilación de Isabel Aretz realizada en Jujuy hace muchísimos años y es una obra recopilada con un grabador a una persona que estaba cantando. Nada más. Me gustó la melodía, me gustó que está en quechua y decidí hacer una versión.
Por otra parte, también tocás la guitarra en algunas melodías, como Zamba del Xibi Xibi, con reminiscencias de Jorge Cafrune...
Con respecto a la guitarra, que toco desde antes, nunca me dediqué como al charango, entonces para mí también fue como animarme. Usar la guitarra, expresarme en un instrumento distinto al charango. Hace más de diez años que toco este instrumento; con la guitarra quise reflejar esa experiencia con el charango en un instrumento que conozco pero que no toco con la misma destreza. La búsqueda de la música popular parte de lo autóctono. Cuando hice Lavanderas del Río Chico utilicé el charango y me gustó, pero cuando la probé en guitarra sentí que le daba un toque especial. Me gustó como quedó y me animé a hacer otros temas como la Zamba del Xibi Xibi, una composición mía pensada originalmente en charango y al pasarla a la guitarra sonó así. Puede que haya una reminiscencia de Cafrune porque es un artista que admiro y que me gusta como toca.
Río Xibi Xibi a su paso por San Salvador de Jujuy
El Volumen 1 posee ritmos variados: huayno, cueca y zamba, por ejemplo.¿Cómo van surgiendo estas expresiones en el proceso creativo?
Como explicaba antes, son inspiraciones que surgieron de forma natural al conectarme con vivencias y paisajes, lugares del NOA que desde Buenos Aires los he añorado. Cuando estoy allá siento la felicidad del reencuentro con esos lugares y su gente. Pero no hay un proceso de composición que pueda explicar. Fui improvisando y fueron saliendo todas.
El Volumen 2 es un homenaje a grandes músicos y creaciones del repertorio folklórico andino. ¿En qué basas la selección de los temas?
Fui componiento temas con espontaneidad, y cuando tuve varios me dije "estaría bueno hacer un próximo disco donde predominen temas propios". Los fui grabando de a poquito: de a uno o de a dos. Mi idea era hacer más temas propios pero no únicamente. A la vez iba grabando temas que son significativos para mi. No me lo propuse, simplemente los iba grabando. De hecho, muchos quedaron afuera porque fue creciendo la cantidad de temas que tenía grabados y en un momento me pareció que estaría bueno un disco doble en el que el primero sea de temas propios y el segundo de versiones. Después me gustó incluir 9 propios y un huayno tradicional en el Volumen 1, y al revés: 9 versiones de temas que ya existen y uno propio, que en realidad es una Improvisación que surge en el estudio para el Volumen 2. No fue un proceso de selección: realmente lo lindo de este disco es la espontaneidad que hay detrás. No fue planificado, sino que fue surgiendo. A medida que iba grabando los temas propios hacía lo mismo con temas que tenía ganas de tocar y fueron apareciendo.
El álbum doble, que pronto estará en plataformas digitales, también será presentado en CD cuando estén dadas las condiciones. ¿Qué importancia sigue teniendo el disco para vos, más allá de las nuevas tecnologías?
Respecto al disco como objeto, las costumbres cambian. Yo quise darme el gusto de entregarlo como objeto. Cuando edité la producción anterior, muchos me preguntaban si no estaba subido a sitios como Spotify o YouTube y finalmente lo terminé subiendo. Uno va aprendiendo y se va dando cuenta, adaptándose a las circunstancias. También me pasó a mi: yo comencé a escuchar mucha más música digital desde que subí mis discos, porque empecé a entrar a esas plataformas. Es cómodo escuchar música de esa manera: uno ya la tiene disponible sin tener que andar buscando. Uno entiende por qué se ha difundido tanto. De todos modos, sí, escuchar, elegir el disco, agarrarlo tiene una cuestión mucho más emotiva que no se puede reemplazar. También hay circunstancias económicas: es más económico editar los discos de manera digital. En estos últimos tiempos, con la cuarentena y tener que adaptar nuestras actividades al modo virtual y hacer todo desde nuestras casas contribuyó a editar este disco de manera digital. No descarto imprimir algunas copias en formato físico más adelante: es lindo, aunque hoy tiene más demanda el disco digital.
Has comenzado a presentar este material a través de recitales semanales en redes sociales. ¿Qué opinas de esta tendencia en tiempos de cuarentena?¿Cómo ha respondido el público que sigue y admira tu arte?
Hacer los recitales por Facebook es algo totalmente novedoso para mí. Hay mucha gente que ya venía haciendo transmisiones en vivo (quizás no recitales desde su casa). A raíz de esta situación aprendí a hacerlo, un poco por la necesidad de difundir y un poco por la incertidumbre: uno no sabe cuándo va a poder hacer música en vivo, como lo hacíamos meses atrás. Me pareció que era una buena manera de presentar el disco, virtualmente, a la distancia. Estoy tocando los sábados y el hecho de tener un disco doble me permite tocar varias veces: la lista de temas rara vez será la misma, más allá de algún u otro tema que pueda repetirse. También la gente que ve la transmisión un día no es necesariamente la misma que la que se conecta otro día. Es una manera de compartir mis nuevos temas, tanto los propios como las versiones. La desventaja es que nunca he grabado bases, ya sea para acompañamiento de guitarra o de charango y no me gusta tocar en vivo con pistas, hay una frialdad que no me gusta. En el disco toca Damián Ranieri. Más adelante, cuando las condiciones sanitarias y sociales estén dadas, haré alguna presentación más "tradicional", con público y me sentiré feliz de poder mostrar, además de estos temas que hago solo, hacer aquellos en los que participa Damián en formato de dúo más algunas novedades que venía planificando a comienzos de año. En estas circunstancias he cambiado la manera de hacerlo. Creo que es una buena manera de llegar a más gente, contactos de Facebook que quizás sean otras personas distintas a quienes nos van a ver.
Muchas gracias.
Nicolás Cardoso
"Wiphala" Cuerdas de nuestra tierra
Producción independiente
Argentina, 2020
Volumen 1
1. Wiphala
2. Chaski
3. Kokena
4. Viento de la Puna. Con Damián Ranieri
5. Karallanta (huayno tradicional) Cantado
6. De Chicoana a Purmamarca
7. La entreverada
8. Koktaka
9. Resistencia kalchakí
10. Zambita del Xibi Xibi
(Compositor: Nicolás Cardoso, salvo el indicado)
Escuchar aquí
Volumen 2
1. Ch'isi (Jaime Torres)
2. Lavanderas de Río Chico (Gustavo Leguizamón)
3. Añorando el Carnaval (Julio Domingo Ayunta) Cantada
4. Arbolito (La bolivianita) (Tradicional) con Damián Ranieri
5. Aires de Puno (Jaime Torres)
6. Pobre, mi negra (vidala tradicional)
7. Improvisación (Nicolás Cardoso)
8. Linda purmamarqueñita (José María Mercado)
9. Sauteñita (Huayno tradicional. Recop. Isabel Aretz) Cantado
10. El arriero (Mauro Núñez)
Escuchar aquí
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Referencias:
*Corpachada: uno de los ritos consagrados a la Pachamama (Madre Tierra), a quien se le realizan ofrendas.