XIII
Festival Internacional y
III
Festival Nacional
“Charangos
del Mundo”
San Martín 750
Rosario
Provincia de Santa Fe
Argentina
Sábado 23
de abril de 2016
“De fandangos y de huaynos” (Orígenes y andanzas
de la música popular latinoamericana) (Fragmento)
Oscar Gomítolo
Santa Fe
Hace un tiempito
que por vocación o curiosidad estoy indagando en esto de la música
latinoamericana y de las influencias. Los cultores e investigadores de la
música popular notamos a veces algunas cosas entre ambiguas y tendenciosas en
lo que tiene que ver con lo conceptual. Hace un tiempo me he tomado el trabajo
de conseguir bibliografía y de acceder a un material que no es muy abundante,
pero gracias a colegas de Colombia, de Venezuela, de México estamos realizando
un espacio llamado “Sonamos Latinoamérica”,
que habita y habilita ese tipo de intercambios. Nos hemos encontrado con
materiales muy valiosos que no son de circulación muy democrática que digamos, sino que se circunscribe a ámbitos muy
restringidos o pequeños. Pero sí hay material que ilustra esto de la música
latinoamericana: es material de debate más que nada.
Oscar Gomítolo
Foto: Roberto Hernández
El otro día,
leyendo algo de un investigador español, andaluz, que se llamó Blas Infante, me di cuenta que es un
tipo que se preocupó por el tema del origen del flamenco en España y lo empezó
a investigar en la década del ’30 o ’40 del siglo pasado. Él comenzó a
investigar sobre algunas cuestiones de la historia de esa música. Ha dicho algo
que me pareció muy lindo para introducirlo en esta especie de charlita: “Saber, no sé nada, y preparación
científica para todo me falta. Queda esta labor como demostración de que la
amenaza de críticas desfavorables (refiriéndose a su propia obra) no me detiene cuando se me ofrece como
objetivo, sino aclarar por sí mismo o por lo menos interesar la atención de aquellos que pudieran llegar a
explicar hechos tan misteriosos de la historia de mi país como la música
popular en España”. Eso me pareció muy interesante, porque Infante era músico, era un intelectual, pero no se
consideraba sí mismo investigador, musicólogo. Creo que una de las falencias
que tiene la musicología es que, por lo general, los músicos o los musicólogos
estudian música que no tocan. Y música que no practican. Eso me parece una de
las patas rengas que tiene la
musicología y se expresa en un montón de cosas que aparecen. He traído varios
extractos de libros donde aparecen ejemplos de ello. En una cátedra sobre
chamamé en una Universidad del noroeste
argentino hace un historicismo tan grande sobre los orígenes de esa música que
termina siendo hasta risueño: el chamamé nace porque el río Paraná le da ese
color de río, y el irupé, y la inundación y el espartillo…Pucha, ¿estaremos
hablando bien en términos musicológicos del género chamamé y su influencia, su
génesis, o es el determinismo biológico o geográfico que se da mucho en la
música latinoamericana? O la montaña que impregna tanto de huayno al que vive
ahí que termina siendo… Eso siempre me hizo ruido,
esa forma de ver las cosas. No porque niegue la influencia o la sentencia que tiene el paisaje en la
música y en el arte en general, sino que me parece que hay, muchas veces, un
reduccionismo bastante lábil a la hora de explicar ese tipo de fenómenos
musicales.
Me parece
interesante analizar un poco dos géneros que son estructuras muy interesantes
en Latinoamérica. Por un lado el fandango
y por otro el huayno. Si
hablamos de “música latinoamericana”
¿qué entendemos por “latinoamericano”? En la música popular, ¿qué entendemos
por popular?, si hablamos de música folklórica ¿qué entendemos por folklore? Me
parece que en algunos debates que se dan estamos hablando de cosas distintas.
Entonces algunas construcciones que son ideológicas, que son políticas, como lo
popular, en acto de diálogo tienden a ser ambiguas. Yo entiendo por “popular”
algo que mi interlocutor no entiende. Entonces está bueno definirlo, por eso
siempre decimos: “yo por obra popular entiendo esto y aquello”. Por ejemplo,
uno va a Perú y para el peruano promedio la música popular es “música de
izquierda”. Cuando fuimos a Francia vimos un afiche que decía “música
latinoamericana folklórica”. Fuimos a
tocar a Normandía, y allí lo folklórico remitía a la derecha, a las comunidades
secesionistas, que generalmente tienen que ven con esa connotación ideológica.
Entonces, eso es pensar lo popular en torno a una categoría ideológica, no es
un objeto de estudio delimitado perfectamente sino que podemos abordar lo
popular desde nuestras ideologías y desde nuestras construcciones políticas.
Desde ahí me parece que sería nuestra visión. Y en específico también la música
tradicional, que también tiene su carga muy pesada. A mí me gusta mucho un
concepto de la antropología que es la funcionalidad:
las cosas tienen una función, o sea, la mesa no se explica por la mesa
misma sino por la función que ella tiene. La mesa es algo para apoyar cosas
etc. La mesa no se explica porque tiene cuatro patas y una madera arriba, la
mesa es otra cosa. Y la música también tiene su funcionalidad, y se ha
explicado muchas veces por esa herramienta política o de construcción social. De eso hay muchos
ejemplos para las formas musicales de América Latina. A mí me gusta mucho lo
que dice [José Carlos] Mariátegui: “los que mantienen viva la música
tradicional son precisamente los que la niegan”[tomando posición] en contra de
los tipos que la quieren muerta, estática, en
formol. Eso me parece muy interesante. Eso remite la historia de las
músicas populares y cómo la musicología de Occidente vio a la música
latinoamericana. Para la Escuela Comparada de la Música Occidental era música estanca, no había crecimiento. No se iba
del Barroco al Romanticismo, del Romanticismo al Clasicismo, etc. La música
latinoamericana [era considerada] estanca, arcaica, vieja, de campesinos, de gente
bruta. Eso quedó un poco impregnado en este sentido. Por eso tanto Mariátegui
como [José María] Arguedas me parecen interesantes a la hora de vislumbrar
estas cosas.
Esa visión de la
tradición, muchas veces desde una perspectiva conservadora, considera que la
música latinoamericana tiene poca proyección. Si uno se pone a pensar cómo nace
el fenómeno de la música criolla en Argentina, y quiénes son los soportes
políticos que le dan proyección nos vamos a plantar en la década de 1920, 1930,
con [el poeta y periodista Leopoldo] Lugones y toda esta movida de pensadores argentinos que necesitaban lo nacional para
crear una mística, un mito de lo nacional con la música, con la cultura
popular. Esto tiene un paralelo con la música en Europa: los nacionalismos se
vinculan a músicas que en principio eran arcaicas, viejas, pero que terminaban
dándole identidad nacional, si es que “lo nacional” existe, a esas comunidades.
La música siempre ha sido funcional a esas cuestiones políticas y de
construcción. Pasó un poco con Arguedas, hablando del huayno. En un país
bastante escindido entre lo que es la costa y lo andino, él quería encontrar un
“ser nacional peruano”, esa construcción de lo nacional, entonces se instala un
poco el tema del huayno como la “peruanidad”. Eso impregna todas las músicas y
muchas veces todos esos mitos están construidos en cuestiones cuyas fuentes
históricas son bastante enclenques [débiles].
Yo puedo decir que el chamamé viene del río Paraná, etc. Todo eso es muy
poético pero en los hechos no tiene asidero histórico. Ir a las fuentes
históricas no está mal; muchas veces ir a las fuentes históricas obedece a
motivaciones políticas. Porque en ese sentido uno dice: reivindicando a un
sector de la sociedad estamos ocultando otro. Se ha ocultado la negritud, se ha
ocultado la cuestión de los pueblos originarios. Eso está muy en nosotros. Es
interesante que los difusores de la música popular retomemos esto.
Hay un musicólogo
que dice “los musicólogos se debaten entre estudiar híbridos o estudiar híbridos”
(sic). No hay escapatoria de lo híbrido de la cultura. Tiene que ver con esto el paisaje, lo
regional. Uno lo ve mucho en el litoral: el tipo de alpargatas, la bombacha
bataraza y reivindicando esa música que es tan nuestra, esa cosa chauvinista
que nos hace perder la perspectiva, algunas veces, del valor de nuestra música
y de la dinámica que tiene esa música. Por eso el determinismo biológico, el
determinismo cultural, el determinismo geográfico…También hay una mirada sobre la
cuestión de la organología que me parece muy interesante. Hay una escuela que reniega de esto, la
Escuela de Francfort que deposita en el
siglo XX toda su sapiencia ahí. Hay algunos musicólogos que plantean que dentro
de la cuestión organológica un instrumento es, a lo sumo, un instrumento
sonoro, no un instrumento musical. La musicalidad la pone el hombre. Eso explicaría
algunos fenómenos que se dan en el área de la expresión de algunos
instrumentos. Por ejemplo, el buzuki es un instrumento que se utiliza en la
música celta pero tiene su origen en Grecia. El tango ocupa el bandoneón como
lo fundamental en el género marginal de principios del siglo XX, cuando ese
instrumento fue pensado para el campesino alemán que iba a suplir el órgano
tubular porque no había forma de llevarlo a los velorios. ¿Se entiende? Cuando
uno dice “sí, la música caribeña por la forma que tiene, la cuestión alegre, es
por el clima, el calor” se puede ver que esas cosas reduccionistas no nos
llevan a nada. Al menos en términos de fuentes históricas no nos dicen nada.
Voy a tomar un poco
las cuestiones que tienen que ver con este universo de las músicas
tradicionales del huayno y por otro lado
con el 6/8, ¾ que tiene anclaje en el fandango. Por eso vamos a hacer como un
pequeño “árbol genealógico” del fandango para estudiar ese fenómeno. De la raíz
africana – latina aparecen varios ejes que son más o menos los que están
expresados ahí en algunos ritmos y que ahora los vamos a ver. Tenemos ahí el
fandango, este fenómeno que tiene trascendencia en América Latina. El fandango
va a tener dos partidas: la primera, que entra con la Conquista en una primera
etapa y otra, ese fandango que vuelve a Europa con los americanos y que va a
ser el soporte de la música flamenca. Hay mucha confusión ahí: la música
flamenca en realidad nace después del fandango en Europa, y el fandango es
previo a la formación de la música flamenca. Muchas veces uno encuentra a un
cuatrista y le dice: “mira cómo remiten los rasguidos del cuatro a la música
flamenca”. En realidad, el fandango es anterior. Pensar a la música
latinoamericana como que todo vino de Europa y que desde los puertos de
Venezuela, de Veracruz, no volvió nada hacia acá es mentira. Entonces, ha
habido un ida y vuelta.
Por otro lado,
pensar también la influencia afro, que es otro tema importante (abriremos
algunas puertitas solamente):
pónganse a pensar que la influencia de las músicas árabes están bastante
soslayadas en la historia de la musicología en América Latina. La presencia
negra en la Península Ibérica es del siglo XII. Ya en ese siglo, en la
generación de al-Ándalus, había población afro subsahariana traída por los
árabes. Cuando viene Colón en el primer viaje a América ya venían negros en los
barcos. O sea, la influencia negra pensada como influencia que vino en el siglo
XVI o XVII con la primera esclavización
negrera es un concepto errado. La presencia negra en la Península
Ibérica fue muy anterior. También sería errado hablar de “esclavitud árabe”
porque había otra concepción de la esclavitud respecto a la de los
occidentales.
Hay muchas miradas
sobre el 6/8 o sobre el ¾ que viene de África: o que es bantú o que viene de la
cuestión yoruba. En realidad ellos fueron colonizados por pobladores árabes que
se trasladaron antes que a Europa a las regiones subsaharianas. Entonces esa
música estuvo ya impregnada antes de venir a América. A mí me gusta trabajar
con una historia. Entonces veremos en cada momento histórico qué fenómenos
musicales aparecen en cada lugar. Esto desde una perspectiva histórica muy
interesante. Incluso la música gitana que después será parte de la música de la
Península Ibérica va a volver. En cuanto a la cuestión europea, ya en 1212
había una población negra, afro, en la Península Ibérica. La conquista de Chile
se hizo vía Virreinato del Alto Perú con mucha población afro. Venían negros
con una concepción distinta de lo que era la cuestión de la esclavitud. El
famoso triángulo negrero África – Europa – América. Hay un libro interesante de
un musicólogo sueco, que viene del palo jazzero:
él, de la Universidad de Suecia, hace unas visitas muy fluidas a Sudáfrica. Y a
él le llama la atención, desde su lugar de jazzero, que todos los músicos que
estudiaban en Sudáfrica le pidieran a los bateristas clases de percusión.
Cuando se pone a hablar con un percusionista africano, el tipo dice “me llamaba
la atención que un percusionista africano, que es el summum de la percusión, nos pedía a nosotros las técnicas de toque
porque en realidad ellos decían que esas técnicas de toque eran en realidad
árabes.” [Hay] importancia en no dejar
de lado la gran influencia árabe para con la Península Ibérica y que después va
a ser transportada acá.
Vamos a hacer una
pequeña recorrida histórica de la cuestión más arábiga que andaluza. En
historia hemos visto todo el tema de la conquista de al-Ándalus, cómo surge. La
cultura árabe no está pensada sólo en esos términos: los árabes eran grandes
estudiosos de Pitágoras. La cuestión de la cosmogonía y la musicalidad de los
astros que había planteado Pitágoras era tomada por los árabes, que eran
grandes matemáticos. Los árabes no concebían la música sin la matemática. Y
ellos no trabajaron sólo en el norte de África; según algunos tratados, los
yorubas tienen su origen en Arabia. Hace unos cuantos miles de años el Sahara
comienza a hacerse más inhóspito y empieza a desplazar las poblaciones del
norte africano hacia el sur. Ese es un fenómeno bien importante que tiene particular interés después en esto de la conquista árabe.
Sabemos que en el siglo VII llegan los árabes a la Península Ibérica y
al-Ándalus se va a tornar en una fusión muy grande, musicalmente hablando.
Hasta el año 48 se creía que lírica, la música,
la poesía, era de origen provenzal. Los primeros escritos se habían encontrado
en Francia. Eso generó una gran discusión entre romanistas y arabistas en
cuanto al origen de la lírica. La lírica árabe es la que dará origen a la
música latinoamericana, al fandango, al 6/8 y al ¾. (Cuando hablamos del
fandango no nos referimos al estilo musical sino a esa categoría 6/8 – ¾.
Entendamos al fandango como esa impronta musical). Empieza una discusión sobre
el origen de la lírica en la Península Ibérica, que va a ser la que se entraña
a Europa. Algunos dicen que ese origen es provenzal y otros hablan de un origen
andaluz. En el 48 se descubre un manuscrito de una biblioteca musical y se da
cuenta que el origen de la música negra de la Península Ibérica es en realidad
árabe. Ahora bien, ¿qué era al-Ándalus? Tenía una conjunción muy importante de
judíos, árabes y cristianos. Los unía una sola cosa: la creencia de un solo
Dios. La Torá, la Biblia, el Corán, eran religiones que se compartían. Desde el
árabe había una percepción muy abierta de la cultura, de la convivencia
cultural. En aquellos momentos a los andaluces se los llamaba “mozárabes” o
“falsos árabes”, que no hablaban el idioma culto de los árabes sino una forma
más rústica que tiene que ver con una mixtura del latín y el árabe.
De la mano de los
árabes venían tres formas musicales. Una forma básica es la casida (en árabe قصيدة qaṣīda). El Corán
está escrito en esa forma. Eso venía con la nobleza, con los apoderados de la cultura central. Otras
formas son la moaxaja (موشح muwaššaḥ) y el zéjel (en árabe: زجل, zajal). Los tres
son antecesores directos del fandango. Y aparece una forma estrófica muy
particular que es lo que fundamenta la lírica andaluza: la jarcha (en árabe: خرجة ,jarŷa) que es una estructura por lo general octosílaba, que va a ser
la forma musical por elección de al-Ándalus y posteriormente de América. La
jarcha remite a la moaxaja y remite a la música andaluza. El zéjel es la
primera forma musical en la que aparece el estribillo (hoy tan usual en las
estructuras musicales del mundo). Eso también tiene fundamento árabe – andaluz.
En un momento
histórico aparecen dos formas de fandango: una, basada en el puerto de Cádiz, y
otra llamada fandango indiano. Era el fandango yendo a América y regresando con
una estructura distinta. Ese fandango español es el que después formará la
malagueña, la murciana y todos esos ritmos en los que se halla enorme
similitud.
Presentación del libro “Caminos de sonidos y
colores… ¡Charango argentino!
Adriana Lubiz
Foto: Gentileza A. Lubiz / Archivo Trova Andina
Docente e
intérprete de charango, Adriana Lubiz ha llevado a cabo una notable tarea de
difusión de este instrumento. Como fundadora del ciclo “Charango Argentino” en
2001,junto a Carlos Ochoa y Luis Pérez ha permitido al público porteño el
conocimiento y disfrute de grupos y solistas de todo el país, además de
participar en diferentes conjuntos musicales (Abya Yala, La Trama y el Trío
Lubiz – Pérez – Villalba, entre otros) donde ha dejado profunda huella. En
2010, una beca del Fondo Nacional de las Artes le permite llevar a cabo una
detallada investigación sobre los orígenes y la proyección del charango en
Argentina, que han quedado plasmados en esta obra imprescindible.
Apoyada en una
importante bibliografía a la que se suman sus propias entrevistas a músicos y
luthiers, Lubiz logra una obra amena y didáctica. Según la autora, el charango
se sustenta en cuatro pilares: los intérpretes, la construcción, el repertorio
y la enseñanza. No obstante, la obra abarca en sus diferentes capítulos otros
temas que atrapan al lector, desde
los datos fundamentales del instrumento, sus orígenes, su llegada a la
Argentina hasta llegar a profundizar en los pilares descriptos anteriormente. La
abundancia de material y testimonios que no suelen estar disponibles para la
mayoría del público interesado, sumada a las voces de los músicos y
constructores en fragmentos de entrevistas personales brindan a este libro un
interés muy especial.
Adriana Lubiz
Construcciones,
Enseñanza, Encuentros y Arte y Charango son otros capítulos de esta rica obra
bibliográfica que además contiene abundantes fotografías, facsímiles de
programas de concierto y datos que invitan al lector a continuar profundizando
en el apasionante mundo de este instrumento musical.
Adriana Rosa Lubiz
“Caminos de sonidos y colores… ¡Charango
argentino!”
Edición
independiente
Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, 2014
ISBN
978-987-33-6297-2
Contacto: adrianalubiz@yahoo.com.ar
El cronista desea
agradecer especialmente:
A Nanci y Rubén Knutzen
A Ana Saladino
A Roberto Hernández Céspedes
A Ros24.com
A cada uno de los artistas y luthiers
participantes
A las autoridades y trabajadores del Espacio
Cultural Universitario (ECU)
què maravilloso trabajo! què honor tus crónicas, Hugo! gracias infinitas por apoyar la música latinoamericana que en charangos del mundo tiene un compromiso de larga data y presencia constante, apoyando a los nuevos exponentes que van de la mano del charango con la vocación puesta en la difusión a travès del compartir!!!
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