(C) 2011 - 2023 Hugo Rodríguez V.

(C) 2011 - 2023 Hugo Rodríguez V. Prohibida la reproducción de textos y fotos originales sin autorización escrita del autor.

martes, 13 de septiembre de 2011

Cuarta Noche de Charanguistas

Espacio Tucumán
Suipacha 140, Ciudad de Buenos Aires
Viernes 9 de septiembre de 2011



         El ciclo “Noche de Charanguistas”, que se lleva a cabo los segundos viernes de cada mes, se ha convertido en un referente ineludible para poder acercarse a las sonoridades de este noble instrumento en Buenos Aires. El gran trabajo que realizan Patricio Sullivan y Juan Pablo Gau no sólo en la producción sino también en la presentación del evento merece el mayor de los reconocimientos. La calidad de los artistas que se presentan en el escenario de Espacio Tucumán está fuera de discusión, reafirmando las opiniones que compartiéramos desde la primera velada de este año.



Patricio y Juan abren el espectáculo una vez más con obras variadas e interesantes: desde un tema del brasileño Pixinguinha, donde el charango se emparenta con el cavaquinho, pequeño instrumento de cuerdas, o una creación del propio Pato: Su niñez me dio motivo, dedicada a su pequeña hija, hasta el más conocido Camino a Potosí, del músico trasandino Freddy Torrealba. La guitarra de Juan Pablo, lejos de ser un instrumento secundario, complementa elocuentemente las sonoridades del charango.




La presentación de un grupo femenino genera expectativa. Se trata de Hasta otro día, integrado por Ximena Antonio (guitarra y voz), Ángeles Filgueira Risso (charango) y Elisa Vuksanovic (violonchelo). La combinación de instrumentos de cuerda nos deleita con sonoridades tan poco habituales como exquisitas. Un recorrido por el folklore regional nos acerca la Zamba para la viuda, de Gustavo “Cuchi” Leguizamón y la chacarera La vieja, de Mazzanti y los hermanos Díaz. A la vivacidad del charango se contrapone cierto tono melancólico del cello, lo que le da un aire distinguido a las versiones de este maravilloso trío. El tema de la película francesa Amélie, de Yann Tiersen nos confirma las primeras impresiones, hay en “Hasta otro día” solidez y frescura en la interpretación de las melodías. Hay también un tema propio, que lleva el mismo título del grupo, Hasta otro día, en ritmo de carnavalito, que dice “Desde que te conocí te hiciste dueño de mí”. Una obra de gran belleza  donde el charango tiene protagonismo que se acentúa en el final, más intensamente. Antes de despedirse, las chicas nos deleitan con la cueca de Leguizamón y Castilla La arenosa, otro acierto en el repertorio. Ya estamos a la espera de nuevas presentaciones de este trío que dará mucho que hablar por su excelente nivel artístico.

Grupo Hasta otro Día: Elisa (cello), Ángeles (charango) y Ximena (guitarra)

Video: "Zamba de la viuda" por "Hasta otro día"
(por gentileza de "Noche de Charanguistas")

 

A continuación se presenta el multiinstrumentista Gustavo Patiño, bonaerense de nacimiento pero con gran arraigo en el interior del país. Ha vivido en la provincia de Jujuy, donde se nutrió de las sonoridades norteñas y andinas y actualmente reside en Córdoba. Su versatilidad en el conocimiento e interpretación de diferentes ritmos e instrumentos le permite alternar, por ejemplo, entre un takirari, una cueca y un joropo con total naturalidad y sin que se aprecie un “salto” abrupto entre un tema y otro. Jujuy de blanco es un tema que habla sencillamente de de la naturaleza, mientras que Escondido en mi país tiene implícita otra clave literaria. Pero Gustavo apenas comienza el tema y lo funde con una nueva chacarera: Tiempo de cambios. En la interpretación de estos temas, Patiño ejecuta sikus, charango, una singular guitarra sin caja y un instrumento de vientos llamado moxeño, que aparece a partir de la canción Escultor de sueños, que evoca sonoridades de la música celta, mixturada con la andina. Patiño evidencia una gran capacidad de crear climas a través de la música. Jonatan Vargas se luce en teclados, llegando a imitar las sonoridades del acordeón en algunos temas. La Danza de las estrellas es un huayno que también aporta reminiscencias de músicas europeas, interpretado exquisitamente con vientos y violín. Tonada para Remedios, de Willy Alfaro, permite un toque de humor: cuando le acercan al músico un vasito de vino, éste agradece a “Marcelina”, la protagonista de la canción. Franco Paredes aporta la singular sonoridad del bajo en el acompañamiento de todos los temas.


Gustavo Patiño con su singular guitarra



Video: Gustavo Patiño
(por gentileza de "Noche de Charanguistas")

Ejecutando el moxeño

Gustavo Patiño posee una increíble energía, que le permite tocar y bailar en el escenario, alternando instrumentos y danzas varias. El humor continúa a través del gato El mishterioso (sic) interpretado con la vivacidad que permite el violín. El recital de Patiño se convierte también en una completa clase de folklore andino: en la anteada Sarahuayco nos presenta al instrumento que da nombre al ritmo: la anata o tarka. Por otra parte, la ocarina, cuyo sonido imita el trino de los pájaros, crea un clima que evoca la naturaleza con todo su verdor. En los carnavalitos, el charango marca el ritmo junto a las percusiones de Emanuel “Manu” Paredes. Otro personaje que aparece es El chaski (mensajero de la vida) bajo el ritmo “calambeado”, mientras que el Tinku Por los caminos nos presenta la historia de “un peregrino de la soledad”.


Tocando el violín. Detrás: "Manu" Paredes (batería) y Franco Paredes (bajo)


Con su tarka o antara

Para el cierre se suman a Gustavo y sus músicos el charango de Patricio y la guitarra de Juan Pablo: un popurrí de bailecitos que incluye Viva Jujuy, de Rafael Rossi y El picaflor. El cierre es a todo ritmo con el huayno boliviano Salake, coreado por todo el público.

Con su charango. A su izquierda: "Joni" Vargas (teclados)


Con Patricio y Juan, un cierre a todo ritmo


Programación musical y coordinación de auditorio: Rodolfo Zerdá
Sonido: Horacio Salazar

Agradecemos especialmente a Juan Pablo Gau y Patricio Sullivan
        
Más información:


Gustavo Patiño: musicodelviento@yahoo.com.ar






lunes, 12 de septiembre de 2011

Recital de Oscar Miranda

Jueves 08/09/2011
Sala “Osvaldo Pugliese”
Centro Cultural de la Cooperación
Av. Corrientes 1543, Ciudad de Buenos Aires


        
         En materia de expresiones artísticas, los gustos y opiniones suelen ser diversos. Intentar aplicar axiomas en el análisis de estas manifestaciones sería tan aventurado como inútil, dada la libertad que todo artista posee para crear e interpretar sus obras. No obstante, para llegar a ser un verdadero artista popular no basta con el conocimiento técnico; se puede llegar a dominar un instrumento musical a la perfección, pero ello no basta para transmitir al oyente las motivaciones que han despertado esas obras en su gestación. Una de las claves que algunos compositores olvidan es que la música popular está sustentada en el inconsciente colectivo, en aquellos saberes populares que afloran ante la escucha de canciones y melodías—aun novedosas—ya que el público reconoce las expresiones que son parte de su identidad. El cantautor Víctor Jara decía: “Debemos ascender hacia el pueblo, y no pensar que estamos descendiendo hasta él. Nuestro trabajo consiste en darle lo que le pertenece—sus raíces culturales—y los medios con que satisfacer el hambre de expresión cultural…” (1)


Motiva estas reflexiones la reciente presentación en Buenos Aires del charanguista Oscar Miranda, nacido en Guaymallén (Mendoza) de ancestros norteños: su mamá nació en Tupiza (Bolivia) y su padre en la provincia de Jujuy. Oscar es un músico autodidacta, intuitivo pero a su vez profundo conocedor de los ritmos populares argentinos. Posee, a través de su arte, dos grandes virtudes: emocionar y entretener: durante el recital es imposible abstraerse—siquiera ligeramente—ya que sus hermosas creaciones generan una atención permanente, un interés (y hasta podríamos decir una avidez) por lo que va a venir. Secundado por excelentes músicos, Miranda nos presenta una serie de obras propias—muchas de ellas aun inéditas—que de alguna manera representan un viaje por buena parte de la Argentina. El primer tema, Flor del ceibo, es una danza basada en la leyenda guaraní de la indiecita Anahí, y hace referencia a nuestra flor nacional; otro ritmo nuestro, el malambo, aparece en la obra Hermano ranquel, donde se destacan las percusiones de Juanjo Bravo y la guitarra de Martín Pérez. Como hemos dicho, son melodías que se disfrutan a pleno, en un recital muy ameno. La zamba Guaymallén nos trae los recuerdos de infancia de Oscar, en una zona de viñas y montañas.  En los ritmos del noroeste se luce el excelente vientista Juan Pablo Álvarez: en el huayno Sara Huasi se destaca el sikus o zampoña con interesantes efectos de eco, así como una marcada percusión.

http://www.youtube.com/watch?v=NtgOaYUJQrY  (Enlace al video de "Cordillera")

Juan Pablo Álvarez, Martín Pérez y Oscar Miranda



La vidala Ranchos lejanos rememora los viajes de Oscar por todo el país. Según nos cuenta el propio autor e intérprete, decidió darle un final de chaya que representa la esperanza de una vida mejor a aquellos humildes moradores. Esta melodía reafirma el concepto de otras creaciones de Miranda: en ningún momento cae en la monotonía, deleitando al público con ricas composiciones; la danza Parque de los Andes, donde sólo se escucha su charango, nos acerca interesantes arpegios. La banda musical vuelve a tocar a pleno en el huayno  Puente del Inca, que comienza con un solo de bajo, ejecutado por Agustín Flores Muñoz, y donde vuelven a lucirse las zampoñas. Entre zambas y chacareras vamos llegando al final del espectáculo: el huayno-canción Cordillera con un excelente desempeño de charango, sikus y toyos, evoca las vivencias de esta región con sonoridades bien definidas. En tanto, el carnavalito Chaskis en gira rememora las actuaciones de Oscar con el mítico grupo dirigido por Rodolfo Dalera. A sus integrantes los define como “mensajeros de la música”, jugando con el significado del antiguo vocablo y la agrupación citada.  Ya estamos a la espera de nuevas presentaciones de Oscar Miranda y su grupo, para seguir recreando la riqueza de nuestra música de raíz folklórica y especialmente andina.

Todo el grupo. A la derecha:Juanjo Bravo y Agustín Flores Muñoz



(1)     Joan Jara: “Víctor Jara, un canto truncado” (Ediciones B, 1999, Barcelona, España)



Agradecimientos especiales a Agustina Ortiz

Más información:



jueves, 1 de septiembre de 2011

Runa Kausay. El vivir del hombre

Por Leila Leuco Molan

Runa Kausay es un dúo de sikus formado por ecuatorianos provenientes de Salasaka, quienes explican su origen y los secretos del instrumento por excelencia del altiplano.





         Juan Carlos y Orlando son oriundos de Salasaka, Ecuador, y conforman el dúo de sikus Runa Kausay. Contemplar a estos artistas en conexión con su propia música crea  una red sutil que me une y transporta al Altiplano. Juan Carlos explica: “Este instrumento proviene de las culturas aymara y quechua y data del Imperio Preincaico e Incaico. El origen de la palabra siku proviene de la lengua aymara de la zona del norte de la región de Puno, Perú. En quechua se denomina antara y en español zampoña.

         ¿Por qué zampoña?

         Es una deformación de la palabra sinfonía. Los aborígenes del Alto Perú entendieron que así se llamaba a la música de los conquistadores españoles y comenzaron a interpretarla en siku, al pretender transmitir que lo que ejecutaban era una sinfonía; por la dificultad idiomática, la palabra terminó deformándose. El siku es un instrumento de viento compuesto de trece a quince tubos de caña de diferentes tamaños; los pequeños emiten sonidos agudos y los grandes graves, y están yuxtapuestos y ensamblados a manera de quena o flauta de pan. Las boquillas de cada tubo están cortadas en coronilla y la parte inferior de cada caña se encuentra tapada por el nudo natural que sirve como fondo de la intensidad del aire que ingresa por el tubo. Hoy se construye en diferentes tipos de caña, como la chuli o boliviana, bambú y tacuara.


         La cultura precolombina, ¿en qué material construía el siku?

         En cerámica y huesos de animales o personas. Orlando agrega: “El siku más sencillo consta de una sola hilera de tubos. Otro modelo es el que se construye agregando una segunda hilera paralela a la sonora, que está totalmente abierta en su base porque tiene como función modificar el sonido, y se llaman tubos resonadores.”


         ¿Por qué los sikuris o personas que ejecutan el siku suelen decir “los sikus deben interrogarse con mucha armomía entre ira y arka”?

         La unidad par de siku se ejecuta como tratándose de una conversación armónica entre dos personas. Las preguntas y respuestas desarrolladas entre el siku ira y el siku arka interactúan en diálogo, por encontrarse las notas musicales en ambas partes del instrumento, lo que se llama Irampi Arkampi, Jaqthsiñapa o intercambio recíproco de sonidos. Ira es el que va adelante o macho, y arka es el que le sigue o hembra. De esta manera el siku ira de seis tubos es considerado macho y el siku arka de siete tubos, la hembra.

         Ira proviene del vocablo aymara irpiri, que en español significa “persona que conduce o guía”, por lo que es el que da el inicio y finaliza la melodía. Arka significa “seguir, ir tras otro”; Arka lleva en su estructura de sonidos musicales el complemento de sonidos del siku ira. En el pasado el siku tomó parte de hechos sociales, religiosos, políticos y militares. En la actualidad se encuentra en eventos religiosos y sociales, y se utiliza como método de relajación, ya que emite un sonido suave similar al silbido de un pájaro. La zona de la Cordillera de los Andes compartida por Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador y Perú es el lugar autóctono donde se ejecuta el siku. Es notable la influencia que han tenido los diferentes conjuntos de sikus, principalmente en el hemisferio norte, cuyos pobladores se interesaron por los acontecimientos de esta región de Latinoamérica, involucrándose en ellos a través del siku. En consecuencia, hoy vemos que el siku es usado en diferentes géneros como baladas, folklore, música celta, reggae, jazz, tango y otros.

         Una vez más comprobé que nuestro cuerpo es un instrumento de cuerdas, viento o percusión en el que la música resuena y nos conecta con la vida, es runa kusay o el vivir del hombre.



Publicado por gentileza de su autora.
Artículo editado originalmente en la revista “Sensazzione Prima”, Abril de 2009