(C) 2011 - 2023 Hugo Rodríguez V.

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lunes, 29 de noviembre de 2021

Nicolás Faes Micheloud: "La belleza es el fin más sublime que buscamos"

En entrevista exclusiva con Trova Andina, el artista entrerriano nos cuenta algunos aspectos de su vida y obra vinculados al charango.



PARANÁ (Entre Ríos)

En una tarde templada de fines de octubre nos reunimos con Nicolás Faes Micheloud, docente y músico egresado de la Universidad Autónoma de Entre Ríos (UADER). Nacido en esta ciudad en 1986, Nicolás es miembro fundador de la Asociación "Charangos del Mundo", que organiza encuentros musicales en diferentes ciudades latinoamericanas. Nico ha participado en varias ediciones realizadas en Argentina (Rosario, Paraná y San Salvador de Jujuy) ,así como en importantes eventos relacionados con este instrumento como el Festival "Sonamos Charangos" (Oro Verde y Buenos Aires) y el Homenaje a Jaime Torres realizado en noviembre de 2019 en la capital argentina. En esta entrevista, Nicolás nos cuenta sus comienzos como músico, sus participaciones en eventos nacionales e internacionales y su incursión en la construcción de instrumentos musicales. 


¿A qué edad comenzaste a interesarte en la música?

Comencé a tomar contacto con la música a los 11 años: tocaba la guitarra, como instrumento más inmediato que uno tenía. En la familia no hubo músicos de profesión, pero imagino que mi viejo, que era maestro rural, en su formación docente,  habrá participado de guitarreadas y habrá aprendido un par de acordes. Al haber sido director, posteriormente, cantaba en los actos. Recuerdo haber tenido grabaciones (una vez robaron en el auto y se llevaron ese registro, que estaba en casete) de mi viejo tocando la guitarra y yo cantando, a la edad de 7 u 8 años. Son cosas que, obviamente, uno las he tenido presentes pero que no motivaron el estudio. Después, en el barrio donde vivía con mi familia, había un profesor de guitarra y comencé a estudiar este instrumento. 

Respecto a la música, uno va afinando el oído y demás. Escuché unos discos de Ariel Ramírez y Jaime Torres, una colección que salía antes con una revista de folklore argentino. Escuché a ese dúo y quedé como "prendado" del sonido. Me gustó mucho y coincidió con una feria de artesanos que se realiza en Semana Santa. Visitando la feria encuentro a un artesano que vendía charangos. A ese artesano local le compro mi primer instrumento. Comienzo de manera autodidacta y después encuentro a algunos profesores aquí en Paraná. Posteriormente comienzo a viajar a Jujuy, a mis 16 o 17 años. Allí tomé clases con Severo Guarita (maestro boliviano). Después una cosa fue llevando a la otra. Más adelante tuve oportunidad de tocar con Federico Tarazona en Perú y tener un acercamiento con don Jaime Torres, que fue de una manera común y que se fue estrechando con los años.


Sos socio fundador de la Asociación "Charangos del Mundo" ¿ podés contar cómo comenzó a gestarse esa sociedad?

La Asociación Internacional "Charangos del Mundo" nació en coincidencia con algunos hechos que te contaba. Acá en Paraná no tenía muchas fuentes para estudiar, entonces, como todo adolescente o joven ávido de conocimiento y con las herramientas con las que el mundo crecía en ese momento--internet, puntualmente--quise investigar y di con un grupo que se llamaba "Charangueros". Uno de esos foros que, creo, era de Yahoo, donde se compartían conocimientos, tablaturas, informaciones. Ahí conozco a alguien que va a ser como un "alma mater" para mí o una mentora, que es la señora Ana Saladino. Junto con Luis Feijoó, de España, Willie Rodríguez, de Estados Unidos, y otros tantos más de quienes ahora no recuerdo bien los nombres, nació la inquietud de hacer una asociación internacional de charangos donde se pudiera plasmar en algo más formal: festivales y acciones concretas que tuvieran como objetivo la promoción del charango en el mundo, no sólo acá en América. De hecho, las primeras realizaciones de "Charangos del Mundo" fueron en España. Se dio la acción de que yo era muy próximo a ese grupo que estaba impulsando la idea--yo tenía muy corta edad--y terminé figurando en el acta de registro de la asociación, y desde entonces tengo el compromiso con el Festival de gestión y de colaboración. Hace un par de años organizamos la última sede en Argentina del Festival "Charangos del Mundo" en [San Salvador de] Jujuy y en Rosario. 

Nicolás en "Charangos del Mundo" (Jujuy, 2018)

En 2009 viajaste a Perú para una especialización intensiva en charango...

Sí, con el maestro Federico Tarazona. Yo, cuando empiezo a indagar sobre el instrumento, o profundizar y querer conocer más, y habiendo también empezado mi formación en la Universidad como profesor de música, me empiezo a interesar por la música académica. Y es ahí que descubro, "hurgueteando" por internet, al maestro Federico Tarazona, que me asombró a primera vista con su talento, sus capacidades, así que lo contacto por este medio y se generó un vínculo muy lindo, muy especial. Me manda sus obras, empiezo a estudiarlas, a hacerle devoluciones con grabaciones. Él en ese momento vivía en Francia, así que el contacto era ese o no era ninguno, y llegado el momento "Fico" me dice: "mirá, a mí me gustaría y estoy dispuesto a que, cuando yo retorne a Perú, podamos encontrarnos, si tenés las posibilidades, y hacer la especialización". Y así fue, en el año 2009 hicimos esa especialización, que fue básicamente técnica y hatun charango, y al mismo tiempo, para poder cumplimentar toda la cuestión de armar el repertorio y trabajar como se merecían los arreglos que "Fico" me mandaba, tomaba clases con la pianista Silvia Teijeira, quien me oficiaba de escucha y crítica, y me iba aportando datos para poder hacer fielmente los arreglos y cosas que quizás, en una etapa de mi formación que tenía limitaciones, necesitaba de esa ayuda también. Me ayudó muchísimo eso. 


En esos años también participaste en varios festivales e hiciste una gira con Zamba Quipildor...

Sí, sí. Con Zamba hicimos 2009, 2010 y seguimos. Varios años fueron. Le llegan comentarios sobre mí a través de gente cercana, le dicen que había un chico en Paraná que tocaba el charango, que tenía que escucharlo y bla, bla. Un día suena el teléfono de casa y era el delegado de AADI [Asociación Argentina de Intérpretes] en Paraná, Coqui Sacler, y me dice: "mirá, yo simplemente te quiero comentar que le dieron tu número de teléfono y el señor Zamba Quipildor te va a llamar". Efectivamente, pasa un rato, suena nuevamente el teléfono de casa y era Zamba diciéndome que quería escucharme y me invita al Monumento a la Bandera, en Rosario, a participar en un evento que se hacía todos los años (supongo que se sigue haciendo), que es "Misa Criolla en el Monumento a la Bandera". Ahí don Zamba me cede un espacio muy especial, antes de su presentación, para que yo toque (tocaba obras solistas y continuaba tocando la Misa Criolla). Era un formato que repetíamos siempre que tocábamos. Me conseguía ese espacio, que asumo como una especie de "padrinazgo", aunque no lo haya sido estrictamente, una suerte de padrino musical. 


Tocaste en varias ciudades en Argentina, en diferentes momentos, pero en 2018 se dio la posibilidad de tocar en algunas ciudades de África. ¿Cómo ha sido esa experiencia?

Toqué en Sudáfrica, como parte de una gira artística convocada por la Embajada Argentina. La Embajada hace una consulta a una relacionista del Teatro Colón, porque necesitaban la figura de un charanguista para poder hacer la obra "Misa Criolla" con un coro y músicos de allá. Surge mi nombre dentro de las propuestas, me llaman, y terminamos haciendo un programa muy nutrido no sólo con la Misa Criolla, sino que además toqué obras solistas, unas adaptaciones que hice para grupo (eran todos músicos sudafricanos: un pianista, un contrabajista, un guitarrista y un percusionista). Así que hice música de los Hermanos Ábalos, de Jaime Torres...Yo les mandé las partituras previamente y las ensamblamos allá.

Fue una experiencia única, porque, según me contaban en la Embajada, era la primera vez que, oficialmente, un charanguista visitaba esos lugares. Motivo de mucho orgullo. Me acuerdo que recibí, unos días antes de viajar, el llamado de don Jaime Torres, que estaba enterado porque con su familia tenemos un fluido contacto, y estaba muy contento de esas cosas. Algo que le causaba alegría por el charango. Imaginate, la persona que llevó el charango por todo el mundo me estuviera manifestando su alegría era continuar con esa tarea de difusión. Super contento. 


Has participado en varias ediciones del Festival "Charangos del Mundo", en Perú, en Argentina...¿Cómo recordás esas experiencias?

Super enriquecedoras. Uno toca su música y se centra en muchos criterios que uno construye para el hecho estético que uno pretende reflejar. Quizás uno puede tocar cien veces lo mismo ante el público y no percatarse de que existen otras manifestaciones, que hay colegas haciendo otras cosas nuevas, u otras cosas similares a las que hace uno. Lo que plantean esos festivales son la multiplicidad de expresiones que tiene el charango y el universo que representa el charango. Uno sabe, después de mucho andar, que el charango tiene muchas afinaciones, muchas formas, que no hay un único charango como cualquier persona del público quizás podría creer, que hay diferentes toques y que los toques están relacionados a las comunidades, a la forma de concebir la música o a la función que cumple en un grupo humano. Me abrió muchísimo los horizontes participar en festivales, además de tener siempre la responsabilidad o el honor de decir: "está presente Nicolás Faes Micheloud, de Argentina". No es sólo la procedencia del músico, sino lo que eso conlleva: estar ahí tocando y diciendo. "yo voy a ser la ventana de cierta expresión de mi país" junto con otros colegas. Me recuerdo que en esas épocas viajábamos con Aldana Bello, con María Laura CaballeroGaby Moruga está siempre presente...Un grupo humano de colegas muy lindos. 


Entre otras experiencias, una de las más importantes fue haber tocado la suite "Caminos de la Puna", de Jaime Torres...

Sí, fue algo que me llenó de emoción. Don Jaime me fue a ver el año 2013 al Auditorio de la Facultad de Medicina de la UBA [Universidad de Buenos Aires]. Yo tocaba el concierto "Tres paisajes andinos", de Federico Tarazona, con quien años antes había estado estudiando esa especialización técnica que te contaba. En el repertorio estaba el Concierto para charango y orquesta; don Jaime estaba entre el público. Después nos vamos a comer; él era siempre muy amable con sus palabras, tratando de guiarme o de darme un consejo. Siempre sentí eso de Jaime, que estaba presente. Ahí me dice que él me iba a hacer llegar partituras de una suite que él tenía para charango y orquesta a la que quería que yo le diera continuidad. Y así me manda la orquestación que le había hecho Gerardo Gandini a una serie de obras de su autoría. Cuando las recibí lo único que observé, no como dificultad en sí, era que le faltaba la parte del charango. Don Jaime era un músico virtuoso desde la intuición, entonces no necesitaba tener nada escrito, eran sus temas, era su música, su forma de expresarlo en ese momento. Nunca tocaba igual. Pero para mí era distinto. Yo sentía la necesidad de escribir el charango e incorporarlo a esa orquestación. Don Jaime me había mandado una grabación para que yo tuviera como referencia. Hice como un trabajo "arqueológico", una selección de los pasajes que, a mi criterio, eran más ricos, comparando. Hice una transcripción, pasé a partituras todo eso y lo integré a la orquestación: ahí ya quedó completa la partitura general. En 2013 lo tocamos en el Festival Internacional del Charango Peruano, en Arequipa, y posteriormente en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso de la Nación, bajo la dirección del maestro Roberto Ruiz; lo tocamos en la Biblioteca Nacional, en el cierre del Festival "Sonamos Charangos", lo volví a tocar en Perú en 2019 y , desde entonces, tengo esa tarea y esa obra que con tanto cariño y de manera muy especial, don Jaime me entrega como parte de su legado. 

Homenaje a Jaime Torres (CCK; 2019)

En estos últimos tiempos, durante la pandemia, tuviste una aproximación a la luthería. ¿Cómo has vivido esa experiencia?

Creo que a todos nos pasó: durante esta pandemia, uno tuvo que redireccionar su vida, las cosas, porque esto vino a hacer un quiebre en toda nuestra cotidianeidad. Yo hago mi tarea docente, por un lado, mi labor como músico, por otro, la familia. Uno dice. "bueno, yo quiero hacer esto pero no tengo tiempo", siente que no están dadas las condiciones. Existe un maestro aquí en Paraná llamado Gustavo Rocha, constructor de guitarras clásicas; él ofreció un curso a quienes estuvieran interesados. Yo me anoté y comencé a hacer mis primeros instrumentos. Los iré trabajando. Descubro cada vez más que la luthería no tiene mucha diferencia con la música desde el punto de vista que uno pone todo de sí, imprime todo de sí en lo que hace. Es un trabajo netamente introspectivo. Uno imprime en la madera o en el sonido, en el caso del músico, todo ese trabajo interno que uno previamente hace para poder transformarlo en arte, en un hecho artístico, en la belleza, que es el fin más sublime que buscamos. Así es que voy encontrando aristas, me voy encontrando y descubriendo en habilidades que no creía tener; veremos cómo uno se proyecta, porque uno entiende que son oficios donde se deja casi la vida, prácticamente, si uno lo encara con seriedad, y ya la música de por sí es algo que me insume mucho compromiso. Llegado el momento tendré que averiguar de qué manera encaro ambas actividades. Ahora voy a ir con mucha paciencia, produciendo los charangos para mí.

Muchas gracias.

Fotografía principal: gentileza del artista.

Otras fotos: archivo "Trova Andina"

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