Nicolás
Cardoso, charanguista argentino, ha llevado importantes obras de Yupanqui a
este instrumento de origen andino.
“El canto
del viento”
Atahualpa en
charango
Nicolás
Cardoso
(charango)
Valentín
Chocobar
(canto con caja)
Producción
independiente financiada por INAMU
Argentina,
2016
El
charango no era ajeno al saber del artista: “Cuando América india abrió su
vientre para parir al cholo, el alma de los pueblos andinos vio nacer también
su instrumento mestizo: el charango. Acerado cordaje tenso, diapasón breve;
caja armónica hecha con la caparazón del armadillo cordillerano—quirquincho--;
juntas, unidas con arcilla de las cumbres, mezcla de polvo gredoso y mineral
azufrero; clavija de keñua, manzano o tamarindo. Ocho cuerdas. También diez, y
también doce, según la comarca, según el ingenio del constructor, según el lujo
del hombre del Ande. He aquí el charango”.
Héctor
Roberto Chavero (1908 – 1992) es una de
las personalidades ineludibles en la música de raíz folklórica argentina, así
como un precursor de la llamada “canción de autor” o “canción con fundamento”,
que se desarrolló con fuerza a partir de los años 60 en Iberoamérica. Ha sido
conocido internacionalmente con el seudónimo Atahualpa Yupanqui, asumiendo el valor y la identidad de los
pueblos originarios de este continente. Yupanqui nació en Pergamino, al norte
de la provincia de Buenos Aires. Durante su niñez viajó con su familia a
Tucumán, tomando contacto con el paisaje y con las manifestaciones culturales
de sus pobladores. Tiempo después
conoció Jujuy, los Valles Calchaquíes y otras regiones argentinas, asimilando
saberes y transformándolos en notables composiciones.
Respecto
al instrumento que lo acompañara casi toda su vida, Yupanqui opinaba: “La
guitarra es fiel a la tierra, leal a su comarca. Adquiere el color de la
planta, el aroma de la flor, el tono del ocaso, el silencio de las tierras
secas, la gracia del prado generoso en gramíneas; traduce la alta noche serena
y sabe filtrar ausencias con una controlada melodía”. [1]
………………………………………………………………………………………………
“El
charango no ha nacido en los pueblos. No tuvo alcoba. Ninguna pared recogió su primer grito. Nació en los patios grandes
como todo el campo, de frente a las cordilleras, junto a los ríos, oyendo al
viento latiguear los cardones con su honda invisible y musical.” [2]
El
arte de Yupanqui nació y creció de la observación, el aprendizaje de ritmos
relacionados con el entorno del hombre y la mujer sencillos. El artista
convivió con ellos, se relacionó con sus costumbres, vivió sus alegrías y sus
penas y sólo así pudo plasmar la riqueza implícita en su cultura a través de
refinadas poesías y melodías. La filosofía del recordado cantautor pergaminense
encuentra en Nicolás Cardoso un fiel
discípulo. Nicolás encuentra coincidencias estéticas que unen la obra de
Yupanqui, profundamente argentina y latinoamericana, con el origen y desarrollo
del charango. Como hemos apreciado en las propias palabras de Yupanqui, este
instrumento nace en la grandeza del paisaje cordillerano, impregnándose de
saberes e incluso de cierta dosis de misterio que hace aún más interesante la
ejecución y la escucha de melodías ejecutadas por un charanguista.
Con
acierto, Nicolás ha realizado para su primer disco una cuidada selección de
obras, muchas de ellas compuestas por Yupanqui en diferentes momentos de su
vida. Otras son piezas populares o de otros autores, como la propia Antonietta
Pepin Fitzpatrick, esposa del artista que firmaba sus composiciones bajo el
seudónimo de Pablo del Cerro. Y así como
Atahualpa prefería acompañarse y tocar melodías sólo con la guitarra, Nicolás
toca el charango sin que ningún otro instrumento distraiga la audición de la
melodía principal. El descifrar ritmos, cadencias, detalles, particularidades
de cada obra para transcribirlas al charango ha sido, sin duda, una labor ardua
pero fascinante por parte de Nicolás Cardoso.
El
disco comienza con el Kaluyo de Huáscar, danza incaica que
Yupanqui grabara por primera vez en 1943. En su melodía evoca la vida de
Huáscar, duodécimo Inca del Tawantisuyo (estado sudamericano precolombino), con
un notable desarrollo, pleno de matices, con una fuerza expresiva intensa y
sutil a la vez.
Video:
Kaluyo de Huáscar
© Nicolás Cardoso
Nicolás
no concibe la música andina sin el canto con caja. Por este motivo ha
encontrado en Valentín Chocobar al
compañero ideal en esta fascinante aventura
artística. Así se alternan charango y canto en diferentes partes del disco.
Los
indios, obra propia que Yupanqui grabara en 1979, está recreada por
Valentín con honda expresividad, asumiendo el sentir del compositor en toda su
dimensión. Danza de la luna (Preludio andino N°1, 1942) nos
permite apreciar plenamente la ejecución del charango, tal como si la obra
original hubiese sido compuesta para ser tocada en este cordófono
sudamericano. Por su parte, Pastoral india la quena (popular
argentina) lleva implícitos acordes más sutiles, finamente punteados en
delicada ejecución.
La cueca La
huanchaqueña, recopilada por Sergio Villar e incorporada por Yupanqui a
su repertorio, aludiría a una bella mujer originaria de ese lugar del norte
chileno. Sus alegres notas, desgranadas con gran sentimiento por Nicolás
Cardoso anteceden a las coplas Bajando de los cerros. La versión es
compartida por Nicolás (charango) y Valentín (canto con caja), aunando
sabiduría popular andina en lograda recreación.
La
zamba Siete de abril (Andrés Chazarreta), una de las obras de raíz
folklórica más difundidas, registra antecedentes de versiones en charango. Sin
embargo, el artista apela a su propia introspección para realizar una
interpretación intimista, tan despojada como interesante. La nadita (Pablo del
Cerro) es una hermosa chacarera que suena plena, intensa en su musicalidad,
mientras que otra chacarera no menos famosa, La humilde, de Julián
Antonio Díaz (“Cachilo”) y Oscar Valles evidencia una vez más el acierto de
Nicolás en la elección y adaptación del repertorio.
El
viaje musical por el norte argentino continúa a través de varias obras
originales de Yupanqui. La primera de este segmento es la zamba La
pobrecita, que su autor grabó por primera vez en 1946. Muchos han sido los músicos que la han registrado
desde entonces. Valentín Chocobar ha
adaptado Fin de la zafra (A. Yupanqui y Leopoldo Marafioti) al canto
cordillerano, interpretado con pasión. El charango retoma protagonismo en Noche en los cerros (Preludio andino N° 5), de 1944, una
de las obras de juventud de don Ata, quien ha logrado captar los sonidos y
silencios de los bellísimos paisajes norteños. Es bellísima la versión que
podemos escuchar en este disco, al igual que la de La churqueña, zamba
compuesta en la misma época.
Otro
ritmo nacional, el gato, está presente a través de la pieza El
pocas pulgas, en una versión que permite apreciar las diferentes
posibilidades del toque de charango, otorgándole vuelo propio sin traicionar el
espíritu de la obra original. El bailecito Se fue mi negra, obra popular
adaptada por Yupanqui, nos trae con gran fuerza expresiva el espíritu de la
quebrada jujeña. El broche de oro está dado por Huajra (Danza del maíz maduro) (1941),
obra que muchos conocimos por primera vez en la versión del grupo
chileno Inti-Illimani. Nicolás Cardoso realiza su peculiar recreación a partir
de la versión en guitarra de su creador, una lectura propia a través
de su sentir y talento. El canto del
viento es, por lo antedicho, un disco ampliamente recomendable, del que
resaltamos su enorme calidad artística. La presentación gráfica está a la
altura del contenido sonoro y ha sido realizada por Darío Adessi.
valentinchocobar@gmail.com
Contacto:
[1] Revista “Folklore” N° 92, Buenos Aires,
20 de abril de 1965, pág. 34
[2] Revista “Folklore” N° 7, Buenos Aires, 1°
de diciembre de 1961, página 44 (Ambas referencias forman parte, a su vez, del
libro recopilatorio “Atahualpa Yupanqui. La tierra hechizada” de Schubert
Flores Vassella y Héctor García Martínez. Del Cerno Editores. Buenos Aires,
2013)
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