Durante
su visita a Buenos Aires, el joven charanguista chileno nos habló de su
participación en un disco colectivo de reciente edición, así como también de su
labor artística y sus proyectos.
De
visita en la capital argentina, José ha conversado con nosotros acerca de su
visión de la música tradicional y contemporánea, su labor en el ámbito musical
y algunos de sus proyectos artísticos más importantes. Músico y docente, José Escobedo ha participado en el
segundo volumen de la obra Charango.
Autores Chilenos con una obra propia, Tonadita. Comenzamos la entrevista
conversando sobre este disco.
…
para los jóvenes que se incluyeron ahí [en la segunda parte de esta obra] el
volumen 1 ha sido parte importante, porque fue un repertorio que se aprendió y
masificó para poder aprender a tocar charango. Y ahora somos nosotros la nueva
generación de jóvenes y ya Ítalo y Freddy pasan
a ser parte de los “viejos” [se refiere a los maestros o a los
precursores de la música en charangos en Chile]. Dentro de los jóvenes, que no
sé cuántos son pero son hartos, se nota su creación, la fuerza que tienen ellos
en el disco. Héctor Soto es más tradicional, Freddy igual hizo un tema más
tranquilo, llama un poco la atención que haya
bajado las revoluciones.
Lo interesante
del disco es que hay distintos estilos. Es un poco lo que aquí se pretende
cuando se realizan los ciclos de conciertos de charango. Aún hay algunas
discusiones con los tradicionalistas…
Interesante
esto porque siempre hay puristas, gente que te dice “no, no puedes tocar eso”. Una
vez a mí me dijeron “las mamachas y
los papachos se van a ofender si te
escuchan tocando charango así”, pero en realidad si tú miras el charango es un instrumento
occidental: está afinado, está temperado dentro de un sistema tonal que está
matemáticamente hecho. Entonces no cumple los parámetros ni de acá ni de allá: es una mezcla… Cerrarse está mal. Al contrario, debería
uno abrirse a estudiar, por ejemplo, música árabe, música gitana, jazz, rock
con charango. Habría que abrirse. Yo tengo la idea de tomar de lo antiguo, de
la raíz, y llegar a algo nuevo, no necesariamente estar siempre pegado a la raíz o tocar siempre
algo ligado a la raíz. Respetar lo antiguo y mirar hacia el futuro creando
nuevas cosas. Siempre teniendo cuidado—por lo menos desde lo que a mí me
gusta--en la sensibilidad de la música. Porque yo podría, por ejemplo, tocar un
tema de jazz muy rápido, muy virtuoso melódicamente o quizás armónico pero no
me va a parar los pelos, no me va a
hacer sentir, no me va a hacer mover los pies. Entonces puede venir alguien que
toque muy rápido y sea muy virtuoso: para mí está tocando [pero] no digo así
como “¡uahh!”. En realidad el instrumento lo trato de hacer parte de mí,
dándole un estilo propio, tratar de escuchar melodías y que esas melodías se
queden grabadas. Lo que me ha pasado con el disco es que he escuchado melodías
y me quedan ahí, dando vueltas. Eso es bueno.
¿Cuándo
comenzaste a interesarte por la música, y particularmente por el charango?
Por
la música desde chico, habrá sido a los diez años. Tengo familiares músicos por
ambas partes: de padre y madre, profesionales y autodidactas. Me había llegado
una guitarra, tocaba flauta, y a los once ya me llegó un charango. Escuchaba mucho folklore, mucha música
andina: mi mamá y mi papá eran medio hippies
y yo escuchaba esos estilos. Ya con el charango me pasaron de estos libros
para aprender los acordes. En ese tiempo había casetes: le daba “play” y
trataba de hacer los acordes; me costaba, volvía a retroceder y me aprendía los
rasgueos. Así fui aprendiendo. Busqué profesores, tenía quince o dieciséis
años. En realidad cobraban muy caro. Yo no trabajaba, era estudiante: no había
cómo tener un profesor particular. Como tenía la música acá, en la cabeza,
empecé a hacer cosas, sacaba música, llegué a tocar Invenciones de [Johann Sebastian] Bach y las sacaba “de oído”, me
preocupaba de extraer el mínimo semitono o que no fuera ninguna nota mal
tocada. Y ese charango estaba ya tan viejo que en un momento me encontré con Freddy [Torrealba], yo creo que a mis
dieciséis o diecisiete años, y le mostré los temas que había sacado de él. Y me
dijo que cambiara el charango: “Tocas muy bien pero tienes que cambiarlo. Ya no
puedes más con este.” Así que junté dinero; empecé a rodearme de gente que me
escuchaba tocar por ahí y me llevaron donde Yelkon Montero, el luthier, uno de los conocidos de los
Inti-Illimani, de Illapu. Me escuchó tocar y me dijo: “Yo te hago uno”. Me dio
mucha facilidad para tenerlo; era como el sexto charango que yo tenía, porque
antes tuve otros, pero el primer charango que me hicieron a mi especialmente es
de don Yelkon y con ese ya empecé a tocar [de manera] más profesional. Como lo
conocí a él me empezó a llevar a eventos, empezamos a organizar varias cosas y así
fue como empecé a integrarme a la música.
Muy
interesante: comenzaste con esfuerzo, te encontraste con los Maestros, y esos
esfuerzos dieron sus frutos.
Yo
estaba enamorado del charango, tocando en mi pieza horas y horas, horas y horas.
Me mandaban a comprar pan e iba con el charango, iba a buscar a mi hermano al
colegio y lo hacía con el charango, y así. De a poco. Tuve la suerte de caerle
bien a los “viejos” en ese momento y organizamos la Sociedad Chilena del Charango con Héctor Soto. Los charanguistas Gastón
Ávila, Freddy, Ítalo Pedrotti, Horacio Durán me empezaron a incluir, a
escucharme, a ver qué tocaba. No tenía nada propio pero sí tocaba obras de
charango. Veían que era muy responsable; me decían “tienes que llegar a tal
hora” y yo llegaba a tal hora, “tienes que tocar tanto rato” y yo tocaba ese
rato. Empezaron a ver que era responsable y así se fueron abriendo los caminos.
Has tocado
en lugares muy diversos, desde el Metro hasta salas de concierto.
En
el Metro [de Santiago, Chile] toqué cinco años, en contacto con la gente: con
los trabajadores, con los estudiantes, ha sido algo muy lindo. Porque la gente
está acostumbrada a transitar por lugares; por lo general le muestran algo que
no le gusta, van enojados, chocan, van cansados. Si les muestras algo lindo te
aplauden, te dan la mano. A veces me pasaba, por ejemplo, que un martes tocaba
en el Metro y el miércoles me invitaban a tocar al sur con dos charanguistas “viejos”,
me pagaban tanta cantidad de plata, volvía y seguía trabajando en el Metro. Y así
tenía contacto con los “grandes” pero también con el obrero, con el trabajador.
Porque es lo que a mí me gusta en realidad. Porque la mayoría de las personas
son trabajadores.
Violeta
Parra se reconocía como parte del pueblo, no compuso sus canciones “desde fuera”
o desde el ámbito académico. Y es algo que está presente en su obra y se valora
mucho.
Ahora,
y de esto me hago cargo, hay muchos músicos en Chile que se declaran como “herederos
de la Nueva Canción Chilena”, que fue
el período en que comenzó a surgir este movimiento de música [de raíz]
folklórica contestataria con Violeta Parra y Víctor Jara, pero que lo miran
desde fuera, no están viviendo con el pueblo, no se involucran. En sus letras
no está el obrero, el trabajador, no está el movimiento estudiantil, el apoyo a
la salud, a los ancianos, sino que está el tema más de moda o, incluso, hacen
alusión a la misticidad, a la
naturaleza, así como todo “un poquito más lindo” y adornado pero no tan
directo. No van a lo esencial. En ese sentido yo me considero parte del pueblo.
¿Hay un
género que te interese más que otro o te gusta tocar música en general?
Me
gustan hartos géneros: me gusta la música andina pero también sé más o menos
por dónde se puede mover, por las pentatónicas, por las escalas en que se
mueve. También me gusta el folklore en general, latinoamericano, lo que más me
mueve. Hay una infinidad de ritmos: el choro, el samba brasileño, la zamba
argentina, la chacarera, los bailecitos, landó, festejo, cueca, tonadas…De toda
Latinoamérica. Sones: son jarocho, son cubano. Y, por otro lado, me gusta mucho
lo que es medio oriental, músicas gitanas. Me gusta harto explorar todo esto. Y
la fusión también: la música que tiene métrica compuesta, todo desde el
charango. O desde el charangón, que es el charango un poco más grande, llamado
en otros lados Charango Barítono o ronroco.
¿Has tenido
la experiencia de tocar en otros países?
Sí,
no tengo tanta experiencia pero en el 2010 estuve en el Festival Internacional
de Charango [ Arequipa, Perú], donde conocí a Patricio Sullivan, con quien
compartimos mucho rato, tocando. Estuve también con el maestro Omar Ponce, gran
compositor y charanguista peruano. El año pasado viajé a Bolivia, me quedé
harto tiempo en Santa Cruz, tocando con músicos
de allá, y este año toqué en Rio de Janeiro y en São Paulo (Brasil). Pasé también
por Buenos Aires pero no estuve tocando, espero volver, por tercera vez, antes
de que termine este año para tocar. Por ahora voy piano, piano [con tranquilidad]. No me siento como que quisiera
mostrar mis obras porque estoy estudiando el charango de manera autodidacta; estoy
haciendo un libro, estoy estudiando cosas que nunca esperé del charango, un
instrumento infinito (al igual que todos los instrumentos). No me siento
capacitado como para decir: “sí, lo domino”, pero quiero expresarme a través de
él. Tengo algunas presentaciones fuera de Santiago con los “viejos”, los
charanguistas mayores, pero me siento así como muy de abajito, muy calmadito.
No obstante,
tu participación en el segundo volumen de “Charango. Autores Chilenos” te va a
dar una presencia internacional: seguramente el disco circulará mucho, ya sea en
formato físico o digital, y te hará conocido en otros países.
De
alguna forma me sirvió en lo inmediato. Soy profesor, doy clases y desde este
año lo hago también por Skype. No pensé que las clases iban a ser tan cómodas,
tan fáciles y que el conocimiento se pudiera enseñar a través de una
computadora y casi como estar personalmente con alguien, presencialmente. Me sirvió
mucho para eso: la gente me buscó, me pidió [que le diera] clases, y pude
llegar a más personas. También me ha escuchado alguna gente que no me conocía y
me han invitado a tocar en algunas partes, dentro de Chile, por ejemplo a Punta
Arenas. Tengo un viaje a esa ciudad con Freddy
Torrealba, con Ítalo Pedrotti, Carlos Cabezas, de Los Jaivas, y con Jorge
Gajardo, charanguista del Bafona (Ballet Folklórico Nacional). En
julio participaré de la cuarta edición del Encuentro “De Charango y Otras Hierbas”: allí presentaré obras propias,
siempre así piano.
¿Tienes
proyectos que quieras materializar, a corto o largo plazo?
Sí,
tengo varios proyectos en mente. Uno es terminar el libro, que lo he comenzado
hace unos dos años, que es un libro de escalas con digitación de manera de campanella, como la llaman los
guitarristas. Yo le llamo “digitación cruzada”, porque la afinación del
charango no es de la más aguda a la más grave, lo que hace que al digitar una
escala no necesariamente lo debo hacer de arriba hacia abajo o viceversa, sino
que puedo alternar las cuerdas. Eso significa mejor velocidad o pulcritud al
digitar una escala. En el libro, la primera parte es de Escalas Mayores y las
tres Escalas Menores: Natural, Menor Armónica y Menor Melódica. Pienso incluir
algunos modos para poder tocar jazz o cosas así. En primera instancia es eso:
lo que estoy enseñando en mis clases particulares (una vez a la semana doy
clases grupales) en mi casa de Santiago. Ha llegado mucha gente y las ofrezco a
un precio muy popular, sin pretensiones mayores que las de compartir. Eso, por
un lado del proyecto. Por otro, tengo pensado seguir estudiando quizás un
Magister o algo relacionado con la música: Musicología o Gestión Cultural, y
grabar un disco con un guitarrista con quien estoy tocando, Lorenzo Cornejo, que este año fue el
Director del Ensamble Telar, que
tocó obras de Juan Falú. Él estuvo
hace poquito en Chile, donde presentó algunas obras, pasó algunas partituras y
Lorenzo las dirigió. Espero, este año o el próximo, terminar el disco que
estamos preparando con Lorenzo. Charango y guitarra y por ahí algunos
instrumentos más.
Muchas
gracias.
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