PÁGINAS

lunes, 27 de junio de 2016

Entrevista a José Escobedo

Durante su visita a Buenos Aires, el joven charanguista chileno nos habló de su participación en un disco colectivo de reciente edición, así como también de su labor artística y sus proyectos.






De visita en la capital argentina, José ha conversado con nosotros acerca de su visión de la música tradicional y contemporánea, su labor en el ámbito musical y algunos de sus proyectos artísticos más importantes. Músico y docente, José Escobedo ha participado en el segundo volumen de la obra Charango. Autores Chilenos con una obra propia, Tonadita. Comenzamos la entrevista conversando sobre este disco.

… para los jóvenes que se incluyeron ahí [en la segunda parte de esta obra] el volumen 1 ha sido parte importante, porque fue un repertorio que se aprendió y masificó para poder aprender a tocar charango. Y ahora somos nosotros la nueva generación de jóvenes y ya Ítalo y Freddy pasan  a ser parte de los “viejos” [se refiere a los maestros o a los precursores de la música en charangos en Chile]. Dentro de los jóvenes, que no sé cuántos son pero son hartos, se nota su creación, la fuerza que tienen ellos en el disco. Héctor Soto es más tradicional, Freddy igual hizo un tema más tranquilo, llama un poco la atención que haya bajado las revoluciones.


Lo interesante del disco es que hay distintos estilos. Es un poco lo que aquí se pretende cuando se realizan los ciclos de conciertos de charango. Aún hay algunas discusiones con los tradicionalistas…

Interesante esto porque siempre hay puristas, gente que te dice “no, no puedes tocar eso”. Una vez a mí me dijeron “las mamachas y los papachos se van a ofender si te escuchan tocando charango así”, pero en realidad si  tú miras el charango es un instrumento occidental: está afinado, está temperado dentro de un sistema tonal que está matemáticamente hecho. Entonces no cumple los parámetros ni de acá ni de allá: es una mezcla… Cerrarse está mal. Al contrario, debería uno abrirse a estudiar, por ejemplo, música árabe, música gitana, jazz, rock con charango. Habría que abrirse. Yo tengo la idea de tomar de lo antiguo, de la raíz, y llegar a algo nuevo, no necesariamente  estar siempre pegado a la raíz o tocar siempre algo ligado a la raíz. Respetar lo antiguo y mirar hacia el futuro creando nuevas cosas. Siempre teniendo cuidado—por lo menos desde lo que a mí me gusta--en la sensibilidad de la música. Porque yo podría, por ejemplo, tocar un tema de jazz muy rápido, muy virtuoso melódicamente o quizás armónico pero no me va a parar los pelos, no me va a hacer sentir, no me va a hacer mover los pies. Entonces puede venir alguien que toque muy rápido y sea muy virtuoso: para mí está tocando [pero] no digo así como “¡uahh!”. En realidad el instrumento lo trato de hacer parte de mí, dándole un estilo propio, tratar de escuchar melodías y que esas melodías se queden grabadas. Lo que me ha pasado con el disco es que he escuchado melodías y me quedan ahí, dando vueltas. Eso es bueno.



¿Cuándo comenzaste a interesarte por la música, y particularmente por el charango?

Por la música desde chico, habrá sido a los diez años. Tengo familiares músicos por ambas partes: de padre y madre, profesionales y autodidactas. Me había llegado una guitarra, tocaba flauta, y a los once ya me llegó un charango.  Escuchaba mucho folklore, mucha música andina: mi mamá y mi papá eran medio hippies y yo escuchaba esos estilos. Ya con el charango me pasaron de estos libros para aprender los acordes. En ese tiempo había casetes: le daba “play” y trataba de hacer los acordes; me costaba, volvía a retroceder y me aprendía los rasgueos. Así fui aprendiendo. Busqué profesores, tenía quince o dieciséis años. En realidad cobraban muy caro. Yo no trabajaba, era estudiante: no había cómo tener un profesor particular. Como tenía la música acá, en la cabeza, empecé a hacer cosas, sacaba música, llegué a tocar Invenciones de [Johann Sebastian] Bach y las sacaba “de oído”, me preocupaba de extraer el mínimo semitono o que no fuera ninguna nota mal tocada. Y ese charango estaba ya tan viejo que en un momento me encontré con Freddy [Torrealba], yo creo que a mis dieciséis o diecisiete años, y le mostré los temas que había sacado de él. Y me dijo que cambiara el charango: “Tocas muy bien pero tienes que cambiarlo. Ya no puedes más con este.” Así que junté dinero; empecé a rodearme de gente que me escuchaba tocar por ahí y me llevaron donde Yelkon Montero, el luthier, uno de los conocidos de los Inti-Illimani, de Illapu. Me escuchó tocar y me dijo: “Yo te hago uno”. Me dio mucha facilidad para tenerlo; era como el sexto charango que yo tenía, porque antes tuve otros, pero el primer charango que me hicieron a mi especialmente es de don Yelkon y con ese ya empecé a tocar [de manera] más profesional. Como lo conocí a él me empezó a llevar a eventos, empezamos a organizar varias cosas y así fue como empecé a integrarme a la música.





Muy interesante: comenzaste con esfuerzo, te encontraste con los Maestros, y esos esfuerzos dieron sus frutos.

Yo estaba enamorado del charango, tocando en mi pieza horas y horas, horas y horas. Me mandaban a comprar pan e iba con el charango, iba a buscar a mi hermano al colegio y lo hacía con el charango, y así. De a poco. Tuve la suerte de caerle bien a los “viejos” en ese momento y organizamos la Sociedad Chilena del Charango con Héctor Soto. Los charanguistas Gastón Ávila, Freddy, Ítalo Pedrotti, Horacio Durán me empezaron a incluir, a escucharme, a ver qué tocaba. No tenía nada propio pero sí tocaba obras de charango. Veían que era muy responsable; me decían “tienes que llegar a tal hora” y yo llegaba a tal hora, “tienes que tocar tanto rato” y yo tocaba ese rato. Empezaron a ver que era responsable y así se fueron abriendo los caminos.


Has tocado en lugares muy diversos, desde el Metro hasta salas de concierto.

En el Metro [de Santiago, Chile] toqué cinco años, en contacto con la gente: con los trabajadores, con los estudiantes, ha sido algo muy lindo. Porque la gente está acostumbrada a transitar por lugares; por lo general le muestran algo que no le gusta, van enojados, chocan, van cansados. Si les muestras algo lindo te aplauden, te dan la mano. A veces me pasaba, por ejemplo, que un martes tocaba en el Metro y el miércoles me invitaban a tocar al sur con dos charanguistas “viejos”, me pagaban tanta cantidad de plata, volvía y seguía trabajando en el Metro. Y así tenía contacto con los “grandes” pero también con el obrero, con el trabajador. Porque es lo que a mí me gusta en realidad. Porque la mayoría de las personas son trabajadores.


Violeta Parra se reconocía como parte del pueblo, no compuso sus canciones “desde fuera” o desde el ámbito académico. Y es algo que está presente en su obra y se valora mucho.

Ahora, y de esto me hago cargo, hay muchos músicos en Chile que se declaran como “herederos de la Nueva Canción Chilena”, que fue el período en que comenzó a surgir este movimiento de música [de raíz] folklórica contestataria con Violeta Parra y Víctor Jara, pero que lo miran desde fuera, no están viviendo con el pueblo, no se involucran. En sus letras no está el obrero, el trabajador, no está el movimiento estudiantil, el apoyo a la salud, a los ancianos, sino que está el tema más de moda o, incluso, hacen alusión a la misticidad, a la naturaleza, así como todo “un poquito más lindo” y adornado pero no tan directo. No van a lo esencial. En ese sentido yo me considero parte del pueblo.






¿Hay un género que te interese más que otro o te gusta tocar música en general?

Me gustan hartos géneros: me gusta la música andina pero también sé más o menos por dónde se puede mover, por las pentatónicas, por las escalas en que se mueve. También me gusta el folklore en general, latinoamericano, lo que más me mueve. Hay una infinidad de ritmos: el choro, el samba brasileño, la zamba argentina, la chacarera, los bailecitos, landó, festejo, cueca, tonadas…De toda Latinoamérica. Sones: son jarocho, son cubano. Y, por otro lado, me gusta mucho lo que es medio oriental, músicas gitanas. Me gusta harto explorar todo esto. Y la fusión también: la música que tiene métrica compuesta, todo desde el charango. O desde el charangón, que es el charango un poco más grande, llamado en otros lados Charango Barítono o ronroco.


¿Has tenido la experiencia de tocar en otros países?

Sí, no tengo tanta experiencia pero en el 2010 estuve en el Festival Internacional de Charango [ Arequipa, Perú], donde conocí a Patricio Sullivan, con quien compartimos mucho rato, tocando. Estuve también con el maestro Omar Ponce, gran compositor y charanguista peruano. El año pasado viajé a Bolivia, me quedé harto tiempo en Santa Cruz,  tocando con músicos de allá, y este año toqué en Rio de Janeiro y en São Paulo (Brasil). Pasé también por Buenos Aires pero no estuve tocando, espero volver, por tercera vez, antes de que termine este año para tocar. Por ahora voy piano, piano [con tranquilidad]. No me siento como que quisiera mostrar mis obras porque estoy estudiando el charango de manera autodidacta; estoy haciendo un libro, estoy estudiando cosas que nunca esperé del charango, un instrumento infinito (al igual que todos los instrumentos). No me siento capacitado como para decir: “sí, lo domino”, pero quiero expresarme a través de él. Tengo algunas presentaciones fuera de Santiago con los “viejos”, los charanguistas mayores, pero me siento así como muy de abajito, muy calmadito.


No obstante, tu participación en el segundo volumen de “Charango. Autores Chilenos” te va a dar una presencia internacional: seguramente el disco circulará mucho, ya sea en formato físico o digital, y te hará conocido en otros países.

De alguna forma me sirvió en lo inmediato. Soy profesor, doy clases y desde este año lo hago también por Skype. No pensé que las clases iban a ser tan cómodas, tan fáciles y que el conocimiento se pudiera enseñar a través de una computadora y casi como estar personalmente con alguien, presencialmente. Me sirvió mucho para eso: la gente me buscó, me pidió [que le diera] clases, y pude llegar a más personas. También me ha escuchado alguna gente que no me conocía y me han invitado a tocar en algunas partes, dentro de Chile, por ejemplo a Punta Arenas. Tengo un viaje a esa ciudad con Freddy Torrealba, con Ítalo Pedrotti, Carlos Cabezas, de Los Jaivas, y con Jorge Gajardo, charanguista del Bafona (Ballet Folklórico Nacional). En julio participaré de la cuarta edición del Encuentro “De Charango y Otras Hierbas”: allí presentaré obras propias, siempre así piano.


¿Tienes proyectos que quieras materializar, a corto o largo plazo?

Sí, tengo varios proyectos en mente. Uno es terminar el libro, que lo he comenzado hace unos dos años, que es un libro de escalas con digitación de manera de campanella, como la llaman los guitarristas. Yo le llamo “digitación cruzada”, porque la afinación del charango no es de la más aguda a la más grave, lo que hace que al digitar una escala no necesariamente lo debo hacer de arriba hacia abajo o viceversa, sino que puedo alternar las cuerdas. Eso significa mejor velocidad o pulcritud al digitar una escala. En el libro, la primera parte es de Escalas Mayores y las tres Escalas Menores: Natural, Menor Armónica y Menor Melódica. Pienso incluir algunos modos para poder tocar jazz o cosas así. En primera instancia es eso: lo que estoy enseñando en mis clases particulares (una vez a la semana doy clases grupales) en mi casa de Santiago. Ha llegado mucha gente y las ofrezco a un precio muy popular, sin pretensiones mayores que las de compartir. Eso, por un lado del proyecto. Por otro, tengo pensado seguir estudiando quizás un Magister o algo relacionado con la música: Musicología o Gestión Cultural, y grabar un disco con un guitarrista con quien estoy tocando, Lorenzo Cornejo, que este año fue el Director del Ensamble Telar, que tocó obras de Juan Falú. Él estuvo hace poquito en Chile, donde presentó algunas obras, pasó algunas partituras y Lorenzo las dirigió. Espero, este año o el próximo, terminar el disco que estamos preparando con Lorenzo. Charango y guitarra y por ahí algunos instrumentos más.


Muchas gracias. 

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